El ambiente de las Olimpiadas del 68 fue muy armónico, toda una fiesta, platicó Lucía Christlieb Romero, quien fue edecán de esos juegos internacionales. Años después de 1968, estando en París, se enteró que esa fiesta deportiva traía detrás de sí una tragedia.

Ni la prensa escrita, ni la televisión dieron cuenta de lo que había ocurrido el 2 de octubre, sin enterarse de la matanza, ella acudió todos los días a las actividades  que le habían marcado, luciendo su elegante traje de edecán, que ahora se exhibe en la entrada del Museo Regional de Querétaro, en donde Christlieb compartió sus recuerdos, como parte del programa “Imagínenos lo imposible. Movimiento Estudiantil de 1968”, que planeó el Centro INAH Querétaro para conmemorar el 50 aniversario del movimiento estudiantil.

“Yo era totalmente ignorante del asunto, y pasaron unos años, estoy en París, y alguien me dice: ‘oye, van a pasar una película que creo que está  prohibida en México y habla de tu país, ¿no quieres ir a verla?’.  Y veo la cinta donde se muestran los tanques entrando a Tlatelolco, eso marcó mi vida”, dijo Lucía en la charla que sostuvo con la historiadora Guadalupe Zárate Miguel.

Del 12 al 27 de octubre de 1968, la Ciudad de México recibió a 5 mil 516 atletas de 112 países, de los cuales 718 eran mujeres, y por primera vez una de ellas encendía la antorcha del pebetero olímpico: la mexicana Enriqueta Basilio.

Con emoción Lucía platica su visita a la villa olímpica, el ánimo de los participantes, algunos demasiado coquetos, como los italianos; o los que cargaron con todo y sus tapetes persas con el fin de venderlos a los mexicanos, y aunque no sabían hablar español se daban a entender por medio de señas.

Los ojos del mundo estaban posados en  México y se creó una imagen  que identificara a la nación con el diseño gráfico a través de programas, carteles, timbres postales, folletos e invitaciones.

“Lucía fue una de las cientos de edecanes que participaron en los trabajos de las Olimpiadas. Con su juventud  e inexperiencia se entregó con entusiasmo a la grata tarea de lo que entendía como dar la mejor imagen de México”, detalla Guadalupe Zárate Miguel, en el texto que acompaña la exposición de su uniforme, que guardó y conserva impecable, sus fotografías con algunos de los participantes, los pines e impresos que marcaron una parte de la historia del México de 1968.

Con música de mariachi, todos los que pudieron entrar a la villa olímpica y la extinción de la llama del pebetero, culminó la edición de 1968 de los Juegos Olímpicos, la historia de la matanza de Tlatelolco saldría a la luz muchos años después y con música silente. Redacción

cetn

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