Roma.— Ayer dejó de existir muy cerca de esta ciudad la actriz sueca Anita Ekberg, a quien Federico Fellini convirtiera en icono del erotismo y la libertad sexual no sólo de la Italia de los años 50 con su película La dulce vida.

Su provocativo baño en las aguas de la Fontana de Trevi durante el cual con un vestido negro que dejaba entrever sus senos, invitaba a Marcello Mastroianni a unirse a ella, es una de las escenas más célebres de la cinematografía mundial.

La actriz murió en una clínica del poblado de Rocca de Papa, distante 30 kilómetros de Roma, donde se encontraba desde hace algún tiempo a causa de su delicado estado de salud que, en los últimos meses, la había obligado a deambular en una silla de ruedas.

En 1950, con sólo 19 años, gracias a su belleza y estupendo físco, Anita Ekberg, nacida en Suecia como Kerstin Anita Marianne Ekberg, es elegida Miss Suecia, premio que le permitiría concursar como Miss Universo en Estados Unidos, donde su vida daría un vuelco al ser contratada por el productor multimillonario Howard Hughes.

Este contrato le permitiría participar en diversas películas en su mayoría de poca trascendencia Abbot y Costello van a Marte, La espada de Damasco, Callejón sangriento, Guerra y paz, en las cuales sobresaldría no tanto por sus dotes artísticas sino por su belleza y ligereza.

A pesar de sus papeles secundarios, en 1956 ganó un Globo de Oro como estrella emergente por su actuación en Regreso de la eternidad, junto a Robert Ryan, su primera película como protagonista.

La verdadera fortuna de Anita llegaró cuando Federico Fellini la llamó para protagonizar La dolce vita, filme con el que de la noche a la mañana se convirtió en una auténtica estrella del cine no sólo italiano. Dos años después Fellini la volvería a llamar, esta vez para Las tentaciones del doctor Antonio, uno de los episodios de la película Bocaccio 70.

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