Originaria de los Estados Unidos, Sandra Kessler llegó a Querétaro hace 18 años, como estudiante de intercambio. Al terminar sus estudios regresó a su país y aceptó una oferta laboral, pero su destino la esperaba en México: era la música y formar su propia familia. Es madre de Nicole Serrano Kessler (12 años) e Iliana Velázquez Kessler (2 años), quienes le han enseñado la música de la risa, del juego y del amor.

Sandra se integró la Banda del Estado de Querétaro, bajo la dirección del maestro Aurelio Olvera Montaño; y actualmente es directora de la Banda Sinfónica Juvenil Santiago de Querétaro, agrupación que está por cumplir 15 años. En celebración al 10 de Mayo, Día de las Madres, compartió con EL UNIVERSAL Querétaro su historia como mamá, una historia en donde por supuesto la música no puede faltar.

¿Cómo cambia la vida con la maternidad?

—La verdad siempre me había llevado bien con los niños, pero es otra cosa el ser mamá, es una cosa que te cambia por completo la vida, pero de una forma tan interesante, uno no lo espera.

Hay mujeres que durante el embarazo escuchan música especial para sus hijos, ¿cómo se fue caso?

—Nunca puse radio o música a propósito, porque siempre estoy rodeada de música, no había necesidad de ponerla, pero por ejemplo Nicole reaccionaba a ciertas notas, si escuchaba alguna nota muy grave empezaba a patear y patear, no supe si era porque le gustaba o no. Y había otras notas que la arrullaban y se quedaba muy tranquila, no se movía. Y con Iliana era igual, con algo movido empezaba a moverse dentro de la panza, es algo muy bonito, porque de alguna forma están reaccionando a lo que hago y lo traen de nacimiento.

¿Fueron diferentes sus embarazos?

—Sí y las dos tienen gustos muy distintos, desde adentro se veía, les gustaba música distinta. Yo soy de las personas que no es fácil sentarme en un lugar y nada más estar tranquila y con los dos embarazos, como eran de riesgo, tuve que estar tranquila, pero valió la pena.

Es mamá y maestra de sus propias hijas, ¿cómo ha sido ese trabajo y cómo se ha involucrado Nicole a la música?

—Nicole a los tres años venía conmigo a ensayar, no para tocar pero sí me acompañaba, iba a un ensayo y ella me acompañaba, a un concierto con la carriola a lado, pidiendo a una mamá de los muchachos que si se podría sentar con ella mientras estaba dirigiendo, lo trae por dentro. De ahí empezó con el trombón, pero decidió que no era para ella, y yo que soy trombonista, me rompió un poquito el corazoncito, pero yo sé que tiene que seguir su propio camino, como mamá y como maestra de mi propia hija es muy difícil cuando te dicen no, no quiero estudiar eso: duele. Uno como mamá lo toma muy personal y no debe, los niños son individuos que toman sus propias elecciones y lo que no quiero es presionarla. Ella tiene muy buena voz, y está tocando violín en la escuela, algo que no tiene nada que ver conmigo, y toca percusiones en la Banda Sinfónica y tiene muy buen ritmo.

¿Iliana ya está dentro del mundo de la música?

—Desde que tuvo seis meses ya agarraba su primer par de maracas, le fascinan las percusiones y cualquier cosa que se pegue y se sacude ahí está. Se ve que tiene mucho interés.

Las dos quisieron dirigir cuando estaban más chiquititas, Nicole me acompañaba en un concierto y se paraba en las piernas de quien la acompañaba, y ella andaba moviendo los brazos y dirigiendo. Iliana es igual, agarra su sillita y su atril, se sienta a lado mío y empieza a dirigir. Espero que sea una cosa positiva, que están tomando interés es algo que a mí me gusta y eso me da mucho gusto, pero nunca con el afán de decir: tú tienes que ser músico.

¿Qué le han enseñado sus hijas?

—Paciencia, aunque todavía me falta. Las dos me han enseñado a tener paciencia de como divertirme, porque tomaba la vida con mucha seriedad, antes que llegaran ellas. Y ahora uno juega estando en la calle, en el súper, empiezan a jugar y todo es de forma natural. Estoy tomando clases con ellas en el arte de no hacer nada, porque como mamá estás mentalmente haciendo listas: la comida, las compras, la escuela, el ensayo. Entonces con ellas no, es jugar, es divertirse, y todavía estoy aprendiendo, no tengo aún maestría.

¿Cómo es vivir un 10 de mayo en México, usted que viene de Estados Unidos?

—Es todo una pachanga. En Estados Unidos uno va a visitar a la abuelita, a la mamá, tal vez se van a comer o algún lado, pero aquí uno va a la escuela, tienen sus bailables, esa es la primera fiesta, al rato hay otra fiesta en la casa y uno vive todo el día celebrando, es algo muy bonito, me gusta mucho que hay tanto interés en celebrar a la mamá, es algo que yo encuentro muy positivo de México, es algo que es importante recordar todos los días, no nada más el Día de la Mamá. Es recordar que una mamá es una mujer que ha batallado, hecho todo lo posible para que sus hijos estén bien, no es nada más un día, es todos los días.

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