Calificado tras su muerte por Steven Spielberg como “El Shakespeare cinematográfico”, el realizador japonés Akira Kurosawa cumple este viernes tres lustros de fallecido, encumbrado como “El emperador del cine japonés”, que con 30 filmes marcó el rumbo del cine asiático que influiría en directores como Quentin Tarantino o Martin Scorsese.

Ponderado como un célebre y reconocido director cuyos filmes sobresalieron por ser adaptaciones de obras de Shakespeare o por basarse en la literatura rusa, su carrera estuvo marcada por la polémica en diversas ocasiones, siendo acusado en mas de una ocasión de ser muy comercial u occidental.

No obstante, poco antes de su fallecimiento fue reconocido por la industria fílmica con un Oscar honorario a su destacada carrera.

Durante sus mas de 50 años tras la lente, Kurosawa retrato en cada uno de sus filmes las problemáticas de su época y también sus preocupaciones sobre la vida.

Siendo hijo un descendiente de samuráis, y teniendo a una madre abnegada, el joven Kurosawa mostró desde temprana edad un marcado gusto por las artes.

Su camino hacia el reconocimiento no fue sencillo, pues con 20 años comenzó a trabajar en los estudios Toho, en los que laboró como asistente y mensajero.

“Con un buen guión, un buen director puede hacer una obra maestra. Con el mismo guión, un mal director puede producir una película pasable. Pero con un guión malo ni siquiera un buen director podrá hacer un gran filme. El guión debe ser algo que tenga un gran poder”.

Esta era una de las frases que lo acompañaron en su vida, pues afirmaba que lo más importante en una película era la historia.

Fue un hombre que tuvo predilección por situaciones límites, al borde del melodrama, ya que decía que le gustaban los extremos porque los encontraba más vivos.

Antes de lograr su estatus, el laureado realizador dueño de una envidiable filmografía compuesta por filmes como Los siete samuráis, Rashomon, Barba roja o Dersu Uzala tuvo que trabajar como guionista de algunos realizadores, lo que haría que más tarde, a los 33 años de edad pidiera una oportunidad para dirigir su primer filme La leyenda del gran Judo.

Akira Kurosawa admiró a los grandes de Hollywood, siendo John Ford uno de sus favoritos. Hollywood también le correspondió, ya que Coppola y Scorsese, entre otros se han rendido ante su narrativa.

Algunos críticos han revelado que en Occidente no ha sido tan reconocido, tal vez debido a la reducida distribución del cine japonés en su momento.

Al morir, en 1998, Kurosawa, quedo satisfecho con su vida, pues como aseguró en una de sus ultimas entrevistas “Para mí, hacer cine lo cambia todo, es la razón por la que he hecho al cine el trabajo de mi vida”.

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