Durante sus últimos tres años de vida, Roberto Gómez Bolaños estuvo fuera de su querida Ciudad de México, sin embargo, esto no impidió que antes de que sus restos descansen en el panteón diera un último recorrido para despedirse de su gente y su ciudad.

En punto de las 11:30 de la mañana, el cuerpo del célebre comediante salió del Foro 2 de Televisa San Ángel camino a su último adiós en el Estadio Azteca, recinto que alberga a sus Águilas del América y fuera escenario de algunos de sus filmes como El Chanfle.

Previo a su recorrido, el féretro de Chespirito fue colocado en una plataforma especial en la que estaba escoltado por dos estatuas de bronce de sus famosos personajes El chavo del Ocho y El Chapulín Colorado.

Junto a ellos salió de la puerta 3 de la televisora para recorrer a lo largo de varios kilómetros Periférico ante los aplausos y porras al unísono con las que los mexicanos le externaron su cariño y respeto.

A lo largo de su recorrido por Periférico, decenas de personas no dudaron en detenerse para decir adiós a su héroe infantil, mientras que un cuerpo de policías en motocicletas y decenas de camionetas escoltaban la carroza.

Algunos comerciantes cerraron por unos minutos sus locales para saludar a la caravana fúnebre en la que no podía faltar la hija del cómico Paulina, así como su inseparable compañera Florinda Meza.

Por unos minutos, Chavos, Chapulines, Chilindrinas, Don Ramones y Quicos de todas las edades invadieron las calles del Distrito Federal en una caravana emotiva y kilométrica.

Por más de dos horas, el público que creció con los personajes del actor pudo despedirse de él antes de llegar al Coloso de Santa Úrsula, donde ya miles lo esperaban.

A las 13:00 horas y en medio de aplausos de pie, gritos y una que otra lágrima, el féretro de Roberto Gómez Bolaños llegó a su última despedida.

Un grupo de niños vestidos como el Chapulín Colorado recibió la ataúd con cánticos y gritos de “¡Chespirito, Chespirito, Chespirito!”

Cuando entró el féretro por una de las puertas para salir hacia el campo del Azteca ya lo esperaban miles de flores blancas que los fanáticos habían depositado a la entrada.

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