Los brasileños eligen este domingo al presidente que durante los próximos cuatro años gobernará la mayor economía latinoamericana, con el ultraderechista Jair Bolsonaro como favorito frente al izquierdista Fernando Haddad.

Bolsonaro, un ex capitán del Ejército, de 63 años, diputado desde 1991, logró capitalizar la decepción y la rabia de una población golpeada por años de recesión y estancamiento y hastiada de los escándalos de corrupción que afectaron a casi todos los partidos.

Haddad, profesor y exalcalde de Sao Paulo, de 55 años, fue designado candidato del Partido de los Trabajadores (PT) en sustitución de su líder histórico, el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010), que purga desde abril una pena de 12 años de cárcel por corrupción y lavado de activos.

En la primera vuelta, Bolsonaro obtuvo 46% de los votos, frente a 29% para Haddad y los sondeos publicados el sábado dan al exmilitar, del Partido Social Liberal (PSL), de ocho a diez puntos de ventaja.

Aun así, Bolsonaro llamó a sus partidarios a no bajar la guardia.

"Las elecciones no están ganadas, tenemos que luchar hasta último momento", dijo el sábado en un video colgado en Facebook.

Haddad acortó distancias después que Bolsonaro, un nostálgico de la dictadura militar (1964-85), amenazara el domingo pasado con virulencia a sus adversarios de izquierda: "O se marchan o van a la cárcel. Esos marginales rojos serán desterrados de nuestra patria", proclamó.

En el local donde Bolsonaro votó, en el oeste de Rio, los soldados requisaron a los electores y revisaron las inmediaciones con espejos y detectores de metales, mientras sus simpatizantes lo esperaban con banderas de Brasil anudadas en la espalda.

Bolsonaro "va a barrer a los corruptos, va a echar a esos crápulas, a esos comunistas", proclamó uno de ellos, Alvaro Cardoso, un trabajador independiente, de 55 años.

El candidato, que el 6 de septiembre estuvo a punto de morir debido a una puñalada que un exmilitante de un partido de izquierda le asestó en el abdomen, entró por una puerta lateral al lugar, junto a su esposa, poco después de las 09H00 locales (12H00 GMT), y saludó a sus simpatizantes con los pulgares hacia arriba, en signo de victoria.

En un colegio electoral de Sao Paulo. Renata Arruda, una trabajadora de telemarketing de 41 años, votó por Haddad y rompe a llorar al reconocer que su candidato lo tiene muy difícil. "Mi padre y mi madre vivieron la dictadura y tengo mucho miedo de que eso vuelva", afirma.

Teresinha Kanzler Barbosa, una abogada jubilada de Brasilia, votará en cambio por Bolsonaro. "Tiene que haber un cambio en este país. Basta de siempre lo mismo. Bolsonaro es la opción de cambio y si Dios quiere será un buen presidente", afirmó.

Haddad contó con la base electoral de millones de brasileños que se beneficiaron de las políticas de inclusión social de Lula.

Pero esa identificación disparó también su índice de rechazo, ya que para otros millones de personas.

Lula y el PT son sinónimos de manejes financieros turbios para mantenerse en el poder.

Un rechazo solo comparable... al del propio Bolsonaro, que en sus 27 años como diputado se distinguió más por sus declaraciones misóginas, racistas y homófobas que por sus escasos proyectos legislativos.

Su convalecencia lo privó de actos públicos, aunque mantuvo una activa presencia en las redes sociales, su arma favorita, sin participar en ningún debate con su adversario.

Bolsonaro ganó popularidad con las promesas de liberalizar el porte de armas para combatir una inseguridad galopante y de librar una guerra sin cuartel contra la corrupción.

Por el lado de Haddad, las mayores movilizaciones se dieron bajo la consigna de "Él No", organizadas por mujeres indignadas por el avance de un legislador que llegó a decir de una colega de izquierda que "no merece ser violada porque es muy fea".

A inicios de mes, un sondeo de Datafolha mostró que 88% de los brasileños se sienten "inseguros", 79% "tristes por la situación del país", 78% "desanimados", 68% con "rabia" y 62% con "miedo del futuro".

En caso de victoria de Bolsonaro, su gurú económico, Paulo Guedes, tratará de lanzar un programa de privatizaciones para reducir la deuda y reactivar la economía, que viene de dos años de recesión y dos más de débil crecimiento.

El próximo presidente de Brasil deberá tratar con un Congreso con partidos debilitados por los escándalos y dominado por los lobbies conservadores del agronegocio, las iglesias evangélicas y los defensores del porte de armas.

Las últimas oficinas de voto cerrarán a las 22:00 GMT y los resultados se conocerán rápidamente, debido a que el voto es totalmente electrónico, en este país con 147,3 millones de empadronados.

Quien resulte electo sustituirá el 1º de enero de 2019 al conservador Michel Temer, el presidente más impopular desde el retorno de la democracia.

cetn

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