Cientos de personas originarias de El Pueblito experimentan diariamente, por diversas necesidades, trasladarse de su zona de origen hacia el Centro Histórico capitalino. Algo tan cotidiano —para quienes no cuentan con automóvil propio— como extender el brazo y abordar una ruta del transporte público en la parada, una acción diaria que se repite en incontables puntos de la ciudad, a todas horas, que esconde pequeños detalles que han dejado de llamar la atención por la misma repetición o por costumbre.

El usuario, por ejemplo, se ha acostumbrado a recibir algún comentario del chofer cuando se paga con un billete de alta denominación sin responder, pues la frase no se escucha con exactitud y asemeja un sonido gutural.

No obstante la persona que aborda no duda en dar las gracias al recibir de mala gana el cambio devuelto por el pago del pasaje, aunque casi se caigan las monedas por la brusca entrega y porque el autobús de pasajeros ya está en abrupta marcha. Una vez más, el chofer no cuenta con monedas de 50 centavos y el pasajero escucha un cantar que ya es familiar: “Luego te paso los 50 centavos”.

El pasajero piensa mientras “se recorre hacia atrás” que a lo mejor ese tostón fue una penalización por el pago con un billete de 200, pero después ve que a otra pasajera que subió y pagó con una moneda de 10 pesos, también le queda a deber. Aunque eso sí, hay que reconocer que también hay choferes más atentos y que por lo menos saludan al subir pasaje, aunque no traigan “tostones”.

Es la ruta 77 la elegida para llevar al usuario de la calle Miguel Hidalgo esquina con el Camino al Cerrito, donde se ubica la Comisión Federal de Electricidad de Corregidora, muy cerca de la zona arqueológica y el CAM, hasta la Alameda Hidalgo.

Por ahí pasan más rutas como la 4 o la 85, entre otras, pero la recomendación fue la 77 que parte de la colonia 20 de Enero hasta Plaza de Las Américas, pues las demás no llegaban al destino pactado.

Al abordar en Miguel Hidalgo, alrededor de las 13:00 horas de un día entre semana, es normal que no haya asientos disponibles y si los hay, son destinados a las mujeres que suben o que ya iban en el autobús. Así pasa con una señora de la tercera edad que aborda despacio la unidad y es recibida por una joven que iba en los primeros asientos, que le ayuda y le cede su lugar.

La joven avanza hacia el fondo del camión, pero un joven, de los pocos que van sentados, repite la acción y ahora lo cede a la chica en respuesta a su atención. Parece que las buenas acciones se contagian al verlas.

Así lo consideró nuestro usuario en cuestión cuando, antes de llegar a Constituyentes, en la última parada sobre avenida Don Bosco, subieron dos jóvenes que pagaron su pasaje y comenzaron con su performance de hip-hop improvisado, juegos de palabras que se les ocurre en el momento —donde predominan los gerundios— pronunciadas en voz alta al tiempo que de una pequeña bocina que portan suena una base melódica, con la que hacen su lucha para ganarse una moneda.

Los pasajeros, en su mayoría, apoyaron a los jóvenes con dinero tras un par de canciones y estos bajaron de la unidad para seguir su jornada musical.

Sobre Constituyentes el chofer acelera la marcha de su ruta. Se detiene frente al Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios (CBTis) 118, a la altura de Plaza Constituyentes para ascenso y descenso de pasaje. Entre los que suben, se encuentra un vendedor que también paga su pasaje para su labor.

Se para frete a todos para ofrecer una crema que sirve para tratar males de los pies como pie de atleta, mal olor o callosidades. La ofrece en 10 pesos el frasco por inserción al mercado. Es precio de fábrica, explica durante su speech de venta. Logra vender algunas piezas. Mientras, el autobús continúa su camino. De parada a parada, el chofer imprime gran velocidad en la unidad. Los bruscos movimientos a los que son sometidos los pasajeros también son una constante en cualquier ruta que se aborde  en general. Ir de un lado a otro atento a los repentinos altos del camión para no caer —los que van de pie— es pan diario del pasajero.

Una ruta que pasa frete a la Unidad Deportiva de la Universidad Autónoma de Querétaro y después cruza con el entronque de avenida Candiles. Es la parte más rápida del recorrido. Sigue el Club Campestre y después la parada de Boulevard de Las Américas.

El chofer no lleva música así que los pasajeros en asientos van inmersos en el mundo cibernético por su celular. El camión avanza por Constituyentes hasta el entronque con la carretera 57 donde se incorpora para salir a avenida Zaragoza y 5 de Febrero, parada en la que descienden bastantes personas y por fin, el pasajero que viene desde la calle Miguel Hidalgo, pudo tomar un asiento.

Desde ahí hasta Ezequiel Montes, abordan un par de personas. Ya nadie vende ni ofrece nada. En Ezequiel Montes vira a la izquierda la unidad para retomar su avanzar sobre Constituyentes. Sólo faltan dos paradas para la Alameda Hidalgo. Primero, frente al Mercado Escobedo, también se registra el descenso numeroso de pasajeros. Cuadras después, nuestro pasajero llega a su destino tras poco más de 40 minutos: la biblioteca Gómez Morín, desde donde caminará para adentrarse en el Centro Histórico queretano por la calle Corregidora.

Al terminar sus actividades, volverá a Constituyentes a esperar la ruta 77 de regreso, en la que la cotidianeidad lo espera con detalles que poco llaman la atención durante el traslado.

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