“ El maguey es mi vida. Le doy gracias a Dios por haber nacido aquí”, afirma Óscar Sánchez Mora, cultivador de magueyes y productor de pulque en la comunidad de Boyé, en Cadereyta de Montes. Huérfano de padres, Óscar Sánchez a los 16 años emigró a Estados Unidos, en donde, dice, le tocó un buen momento para trabajar allá y todavía no había gente “mala”.

“Pero aún así, yo no siento nada por Estados Unidos. Mi verdadero amor está en esta tierra. Yo lloro cuando oigo el Himno Nacional”, dice el productor, quien tiene bajo su cuidado cuatro mil plantas de maguey en las cercanías de Boyé y explota 300 matas anualmente, para satisfacer el mercado local.

Óscar, de 45 años, no oculta su amor por los magueyes, los compara con los seres humanos. Defiende intensamente sus bondades:

“El maguey es una planta perfecta. Nos da el aguamiel para hacer el pulque; sirve para nivelar el suelo y proteger los campos de la erosión; nos proporciona las pencas para la barbacoa; da hojas para el mixiote; cuando ya no da aguamiel sirve de forraje para el ganado. Las vacas se lo comen y luego producen un abono completísimo que viene a parar a las nuevas plantas de maguey, a la tierra. Es un ciclo perfecto”, asegura.

Sánchez Mora cultiva en su parcela tres: el chalqueño —al que llama el rey de los magueyes—, el sanjuanero pencalarga y el xamini.

“El chalqueño es el que más cultivamos porque es el que da mayor rendimiento de aguamiel y además sirve para la barbacoa, porque el pencalarga es muy delgado y nada más sirve para forraje”, explica.

Óscar cuenta que hace 15 años, un compadre suyo lo criticó por sembrar maguey; le dijo que era una actividad sin futuro, ya que había decaído el consumo del pulque.

Sánchez, además de producir aguamiel, pulque y curados, también es un proveedor de pencas para que los productores de barbacoa le den ese singular sabor a la carne que meten a los hornos de Boyé.

“Nosotros no sabemos qué es ser ricos, pero nunca fuimos pobres. Siempre hemos vivido gracias al maguey. Él nos da todo. Lo traemos en nuestra sangre. Se adapta a cualquier tipo de terreno, es muy noble”.

Cultivar maguey para producir pulque no es un trabajo fácil, pues requiere de mucha paciencia y dedicación. Para que un maguey esté listo para producir aguamiel se requiere que tenga de 10 a 12 años de vida. Y su tiempo de aprovechamiento es sólo de tres a seis meses.

“A mí me interesa que la gente sepa todo el trabajo y el tiempo que se requiere para que un litro de pulque llegue a sus manos”, insiste Óscar, quien señala que por el tiempo que necesita un maguey para madurar, es necesario que haya una producción permanente y una replantación sistemática.

“La Universidad de Chapingo nos está apoyando con la realización de un censo para saber el potencial que tenemos de plantas de maguey. Pero considero que en Querétaro somos los pueblos los que no dejamos de creer en el maguey”, apunta.

Sánchez Mora se muestra optimista ante lo que él llama un resurgimiento del pulque: un notable crecimiento de su aceptación en el mercado local; incluso, señala, le preocupa el próximo año no tener la capacidad de producción para satisfacer la demanda.

“Pero hasta es bueno sentir esa presión, significa que la gente está volviendo a sus raíces, a tomar pulque, una bebida que está ligada a nuestra historia como mexicanos. Yo creo que hay que contagiar este sentimiento a las nuevas generaciones. Decirles que sí hay trabajo aquí y que es posible vivir bien de nuestra noble planta: el maguey”.

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