El lugar de trabajo de estos hombres es el más tranquilo del mundo. Sus moradores descansan el sueño eterno. Se trata de algunos de los trabajadores de los panteones, que entre tumbas encuentran su sustento y modo de vida.

Los hombres están a unos metros del pasillo central del panteón municipal Cimatario.

Fernando López Medina elabora lápidas y monumentos desde hace 12 años. Esculpe una inscripción en un libro, es para un trabajo que le encargó un cliente y que puede tardarse desde una semana hasta dos o tres más, dependiendo de lo laborioso del trabajo.

“El taller es aquí (en el panteón), aquí todo lo edificamos. Los libros ya tengo mi surtidor que me trae también los floreros. La cantera la traigo de Escolásticas y el mármol lo traigo de Vizarrón. El servicio que se le ofrece al cliente es lo que realizamos”, apunta, mientras sigue trabajando.

Del mismo modo, indica que dan mantenimiento a las tumbas, pues se trata de embellecer al panteón, lugar de descanso de los que dejaron esta existencia.

Sostiene que el oficio lo aprendió en el mismo lugar, pues nadie le enseñó a hacerlo, fue con la práctica. “Empecé a los 22 años, cuando llegué de Estados Unidos. De los 22 años a los 33 que tengo, estoy trabajando aquí. Estaba en California, pero había que ver a la familia, pues no se querían ir para allá, y esa fue la razón por la que nos venimos a trabajar acá”, narra.

Un aire fresco corre por entre los árboles del panteón. Fernando hace una pausa en su trabajo para decir que vive en Menchaca, al tiempo que lanza un comentario oculto de publicidad: “Aquí estamos para servirles. El día que se les ofrezca un servicio, aquí estamos”.

Agrega que su jornada laboral arranca a las 7:00 horas y termina a las 19:00, cuando se cierra el panteón, “a esa hora ya no le podemos trabajar aquí, pero estamos de siete a siete, de lunes a domingo, no hay días de descanso, toda la semana hay que venir, no hay horarios para la muerte”, dice.

Añade que el costo de su trabajo depende del material y laboriosidad, pues puede ir de los 7 mil a los 25 mil pesos, dependiendo si se quiere de cantera, mármol o granito.

Fernando continúa con su trabajo, en un panteón que cada vez se llena más de visitantes que preparan las tumbas, limpian hierbas, barren o pintan, para que esté en buenas condiciones, para recibir por una noche a los ancestros que partieron.

Agua, joven. Genaro Javier Vega Lozano se dedica a transportar agua en el panteón municipal desde hace 12 años, junto con un pequeño ejército de niños que también lleva agua cuando las personas necesitan de apoyo para regar las flores en las tumbas de sus familiares.

“Llegué de franelero allá afuera y me decían las mismas personas que se bajaban de los autos que les llevará agua, pues no les habían acarreado a la tumba de su familiar. Entonces les hacía el servicio y me metí al panteón. Está más tranquilo que en la calle. Me gano unos 150, 200 pesos diarios”, dice.

Comenta que trabaja diario, y que descansa “a veces; por ahí me siento a tomarme un refresquito”. La comida no es inconveniente, pues hay varios puestos alrededor del panteón que ofrecen alimentos y que sirven para satisfacer cuando el hambre aprieta.

Genaro dice que en esta época del año aumenta el trabajo, pero también la competencia, pues llegan muchos jóvenes de otros barrios para brindar el mismo servicio que ellos, así que las ganancias se ven reducidas para ellos que son locales.

Añade que por ello, la administración del panteón les dará una camiseta y un gafete, para que los ciudadanos los identifiquen como quienes brindan el servicio de transporte de agua en el panteón.

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