Una mujer desciende de la camioneta que se detiene frente a los árboles de Navidad que César Vargas López, su primo y su tío ofrecen a un lado del anillo vial Fray Junípero Serra, igual que desde hace seis años.

Provenientes de Acaxochitlán, Hidalgo, esperan que este año las ventas sean buenas, aunque la situación por la emergencia sanitaria del Covid-19 no sean las óptimas para las fiestas.

César corta las ramas bajas de un árbol, luego toma una cruceta hecha de madera y una jícara de plástico, a la que hace un agujero para el clavo que unirá al árbol con la cruceta y la jícara, donde se colocará agua al tronco del pino.

Dice que acuden a Querétaro para ganarse el sustento este fin de año. Señala que también en Hidalgo hay venta, pero que les gusta comercializar sus árboles en tierras queretanas también para salir y conocer nuevos lugares.

Durante 20 días, los tres hombres venden árboles de Navidad y nochebuenas. Los árboles los adquieren en Puebla y el Estado de México. Las nochebuenas son michoacanas.

Un auto color plata se detiene frente a César. Una mujer baja el cristal de la puerta derecha de la unidad y pregunta el precio.

El joven dice la cifra y la conductora avanza un poco más adelante para estacionarse, descender del vehículo y observar más de cerca los árboles, que en su mayoría permanecen aún dentro de sus redes para que no se maltraten.

César muestra el pino. Los describe y dice que sí aguanta toda la temporada navideña. Mientras, su tío se encarga de atender a otras dos clientas que se detienen atraídas por las nochebuenas, rojas y blancas, que lucen acomodadas por colores en sus macetas, debajo de una lona, para evitar que las inclemencias del tiempo las dañen.

Son más delicadas que los árboles, aunque también estos permanecen a resguardo del sol y el viento, que en buena medida es provocado por los automóviles que circulan por la zona.

César y sus parientes no son los únicos comerciantes que se ubican en la entrada de uno de los fraccionamientos que hay en el anillo vial. Metros más adelante, un vendedor de figuras navideñas elaboradas de barro también oferta sus productos a quienes acuden a una pequeña plaza comercial cercana o que viven en la zona.

En el caso de los árboles, luego de seis años ya tienen clientes que los buscan año tras año para comprar con ellos su árbol navideño.

No es sencillo para César y sus parientes desplazarse a Querétaro para vender, pues durante las semanas que pasan en suelo queretano duermen en el mismo puesto, para no tener que levantarlo todos los días.

Para su higiene personal, César comenta que un amigo de ellos que vive en La Pradera les da permiso de asearse, mientras que para otras necesidades lo hacen en las gasolineras cercanas.

Dice que apenas tienen unos días que llegaron a vender y por lo tanto las ventas son bajas, aunque confía en que conforme pase el tiempo se puedan regularizar y se comercialice toda su mercancía.

Apunta que si siguen desplazándose desde Hidalgo hasta Querétaro, es porque saben que las ventas en la entidad son buenas, aunque este año un factor externo opera en contra: la emergencia sanitaria por el Covid-19, cuyas medidas sanitarias y de aislamiento causará que muchas familias pasen en sus domicilios la Navidad y que no puedan invitar o visitar a sus familias.

“Por la enfermedad del Covid-19 esperábamos menos ventas, pero ahí va poco a poco”, dice César, quien explica que durante el resto del año se dedica a la producción de árboles de diferentes especies.

Por su parte, Carlos Alberto Vargas Ramírez comenta que en una temporada pueden vender poco más de 30 árboles, aunque año con año hay más competencia con más vendedores y las ventas pueden llegar a disminuir.

Dice que la necesidad los orilla a hacer el viaje para vender en suelo queretano, pues en su pueblo las ventas son bajas.

Habla con gusto de su lugar de origen, del cual dice que le gusta todo, como la humildad de su gente, “no quisieramos salir de nuestro pueblo, pero la necesidad es la que nos obliga”.

Comenta que no son casados, por lo que en su pueblo únicamente los esperan sus padres, así como sus hermanos.

El regreso dependerá de las ventas. “Si hay ventas buenas y lo que traemos se acaba, nos podemos regresar el 12, 13, 15 de diciembre, pero si están muy flojas, podemos estar hasta el 24 de diciembre. Como le queda a uno mercancía no se puede ir y dejarla”, asevera.

Explica que algunos de los árboles que ofrecen tardan hasta siete años en crecer para venderse.

Otros árboles, precisa Carlos Alberto, vienen con raíz, por lo que pasada la temporada navideña se pueden sembrar en las casas de quienes los compraron, aunque su sobrevivencia dependerá del cuidado que le den al mismo.

Ambos jóvenes comentan que les gusta mucho la Navidad, aunque, dice Carlos, cuando comienzan a faltar integrantes de las familias ya nada es igual, las celebraciones no son las mismas. Este año la Navidad será una con ausencias y a la distancia.

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