E n el kilómetro 35 de la carretera 400 un Chrysler azul marino con quemacocos y placas del Estado de México encabeza una larga fila integrada por decenas de camionetas, motocicletas y vehículos compactos que se pierden con la curva más cercana que se divisa en la vía.

Por el quemacocos del vehículo sale un estandarte de la Virgen de Guadalupe con la leyenda Grupo San Miguel Huimilpan, el cual tiene por objeto identificar al contingente.

Una camioneta gris de doble cabina y placas de Texas, The Lone Star State, ocupa el segundo lugar en la línea. En la caja de la furgoneta sobresale una imagen de la guadalupana adornada con globos de colores, la cual sobrepasa el metro de altura.

La fila se extiende por un par de kilómetros, repitiéndose la representación de la virgen en mantas colocadas en distintas partes de los vehículos. Mientras se indica la salida, en una de las camionetas suena una versión moderna y poco conocida de la famosa canción Acá entre nos.

Al cabo de unos pocos minutos, una tanda de cuetes marca el inicio de la peregrinación, la cual parte con rumbo a la cabecera municipal de Huimilpan, como parte de la novena a la Virgen de Guadalupe.

En el octavo día de la novena dedicada a la virgen morena, un día antes de las festividades del 12 de diciembre, el grupo de peregrinos —conformado por migrantes— busca recibir la bendición de la guadalupana y agradecer la protección de la misma tras su regreso de Estados Unidos.

La tradición se remonta a hace más de 15 años, cuando comenzó con el párroco Juvenal Hernández García, fallecido meses atrás, durante su estancia en la demarcación.

Algunos de los presentes se acompañan de sus familias y otros acuden con amigos o conocidos. “Hay unos que hacen su vida allá y ya no regresan”, comenta la acompañante de uno de los conductores, al tiempo que agradece que su pariente regresara con bien del otro lado.

El miedo impera lo mismo en los que se van como en los que se quedan. Uno de los conductores comenta que “desde que sale uno de allá ya viene con el miedo de que casi todos los conocidos dicen que en la frontera los paran los delincuentes y tiene uno que dar un dinero para que lo dejen venir.”

Agrega que la mayoría platica que les quitan 100, 200 o 300 dólares por persona, por el simple hecho de dejarlos seguir su camino y no hacerles daño.

Mediante la peregrinación, los migrantes agradecen la protección de la Virgen de Guadalupe y reconocen los favores concedidos durante su estancia en los Estados Unidos, así como en el trayecto de regreso a casa.

Los cuetes marcan el avance y el contingente se abre paso en la carretera 400, en medio de cantos entonados en honor a la guadalupana.

Arrancones y sonidos de claxon llaman la atención de las personas, al paso de los vehículos por el par de comunidades que separan al contingente de la cabecera municipal.

Las señoras Rosario y Juana, quienes son ayudantes de la iglesia en el municipio, así como una hija de la segunda, conforman el coro del grupo y se acomodan en la segunda camioneta.

A medida que avanzan los vehículos, la señora Rosario pide que le pisen al acelerador y cada vez más la gente sale a las calles atraída ruido de los vehículos, el cual se hace más fuerte al llegar al centro del pueblo.

Es así que Huimilpan se convierte en una fiesta, hasta que finalmente la fila se detiene sobre la calle Reforma, frente al atrio de la iglesia, en espera de la bendición del presbítero municipal.

Poco después del mediodía, equipado con una rama de pino y un bote de Quaker State lleno de agua bendita, el sacerdote municipal procede con la bendición de las camionetas. A las 12.30 las campanas anuncian la celebración eucarística, mientras al lado de la fila de vehículos personas con cestos reciben los billetes y monedas que entregan los muchachos. En este punto la indicación es estacionar los vehículos para integrarse a la celebración eucarística dedicada a los migrantes.

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