Una docena de libros lucen acomodados en una repisa. Abajo, una hoja impresa explica la razón: “Trae un libro y llévate un café gratis”. Es la propuesta hecha por una de las empleadas del local, con el propósito de fomentar la lectura entre quienes acuden al lugar.

El olor a café, chocolate y pan inundan la pequeña cafetería en la esquina que forman las calles de Guerrero y Madero, en el primer cuadro capitalino. Algunas mesas están ocupadas por clientes que llevan sus computadoras, se abstraen con sus redes sociales consultadas desde sus teléfonos móviles y charlan cuando van acompañados. Un hombre, en tanto, lee un libro mientras toma una bebida caliente.

Adolfo Gramlich Ramírez, administrador de la cafetería, explica que la idea surgió hace tres meses, a iniciativa de una de las trabajadoras del local. “Platicando con las empleadas les dije que aparte de estar aquí tenían que aportar algo, alguna idea para mejorar el servicio o el negocio.

A una de ellas se le ocurrió poner este letrero de: ‘Te regalo un café a cambio de un libro’, para fomentar la lectura. Llevamos tres meses, aquí está la lista de libros. La gente sí llega a leer y los regresa”, explica.

El sonido del vapor de la máquina cafetera y el chorro de agua caliente saliendo para llenar un vaso acompaña la plática de Adolfo, quien también explica que se unieron desde hace un tiempo a campañas como la de evitar dar popotes en las bebidas, evitar el uso de bolsas plásticas, así como promover que los clientes lleven sus termos para su bebidas.

El hombre indica que la iniciativa ha sido bien acogida por los clientes de la cafetería, quien además de tomar una taza de café, un té, chocolate o un frappé, pueden disfrutar del hábito de la lectura. Quizá no terminen de leer un libro en una sentada, pero si leen un texto por unos minutos, y quizá en su próxima visita retomen el libro y sigan con la lectura.

Adolfo señala que ha llegado gente nueva a la cafetería para cambiar un libro por una bebida, no siempre se quedan a tomar el café en el local, pero llegan para participar en la iniciativa.

Libros de Edgar Allan Poe, John Ronald Reuel Tolkein, Mary Shelley, entre otros autores, son los que ya se pueden leer en el lugar. La mayoría, dice Adolfo, son novelas, pues se busca que sea ese género el que llene las repisas, confiando que esos pequeños espacios pronto se convierta en un librero.

Bajo la repisa también descansa un revistero que contiene los periódicos del día, que también pueden ser consultados y leídos por los clientes. Una pareja de adultos mayores observa la repisa con los libros a la distancia. No se animan a acercarse a comprobar lo que dice la hoja impresa abajo de la misma.

Adolfo dice que espera pronto colocar otra repisa para acomodar los libros, y en el corto plazo colocar un librero donde se puedan colocar todos los libros que la gente llegue a donarles en el futuro.

Todo mundo tiene un libro en la casa que ya no lee, o puedes regalar unos de tus papás. Si lo hacen también es fomentar la lectura, [ahora] todo es electrónico, se tienen las redes sociales y se ha perdido eso. La idea es que sea novelas [las que se donen] no tanto libros de escuela”, abunda.

Donaciones múltiples

Comenta que a la semana acuden en promedio cuatro personas a donar un libro a la incipiente biblioteca dentro de la cafetería. La idea entusiasma de igual manera a las empleadas de la cafetería, quienes sonríen ante la posibilidad de que su iniciativa se haga más famosa y crezca.

Adolfo explica que tienen una lista de los libros que les son donados, pero que desgraciadamente a veces faltan libros, pues hay quienes los toman y ya no los regresan, minando el acervo de la cafetería.

Los toman para leerlos y no estamos como policías detrás de ellos, pero nos falta un poco de cultura en ese aspecto, pues no les cuesta nada leerlo, pero se los llevan. Es una donación, no es que sean míos, son del negocio, tienen la libertad de venir, leer uno, leer otro y regresar y volver a leer”, asevera.

Agrega que desconoce si hay otros locales que tengan este tipo de iniciativas donde fomenten la lectura con la donación de libros, pero en la cafetería, que ya tiene 10 años de estar abierta al público, es la primera vez que lo hacen y con aceptación de los clientes.

Precisa que la iniciativa puede crecer aún más, pues la idea es que más gente se acerque a la lectura y que los libros se deben de compartir con las demás personas en lugar de estar cubriéndose de polvo en una caja, aunque admite que toda la gente tiene libros por los cuales siente mucho aprecio y los quiere conservar.

Sin embargo, dice, hay muchos otros que se pueden compartir con los demás y ayudar a fomentar la lectura, mientras se disfruta de una buena taza de café.

Agrega que a la cafetería llega mucha gente que realiza alguna actividad, desde trabajar en su computadora, hasta tomarse unos minutos en su día laboral para entrar, pedir una bebida y descansar. Para esos momentos, la compañía de un libro resultará, para muchos, una experiencia enriquecedora.

bft

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