Falta de nutrición adecuada, problemas metabólicos, desórdenes en la presión arterial previos al embarazo, así como los hábitos de la mujer durante la gestación, como la mala alimentación, ejercicio físico inadecuado, además de la predisposición, pueden generar daños cerebrales en los bebés, advierte la doctora Susana Angélica Castro Chavira, quien  investiga, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Campus Juriquilla, cómo prevenir y disminuir los efectos de esta condición.

Cuando se detecta un daño, explica, se pueden predecir y tomar decisiones de cómo se va a manejar, pero lo que buscan los investigadores es minimizar los efectos de ese daño. Lo que quieren es aprovechar la plasticidad cerebral, que es la capacidad del cerebro de modificarse y adaptarse a condiciones adversas, es una capacidad de autorrepararse.

“En los bebés hay una plasticidad máxima, porque todavía se están formando, todavía no están terminados de formar. Cuando todavía tenemos esta capacidad de hacer cambios, aprovechamos esa plasticidad máxima.

Susana Castro, la investigadora que lucha contra las lesiones cerebrales en bebés
Susana Castro, la investigadora que lucha contra las lesiones cerebrales en bebés

“Otra gran ventaja que tenemos es que las lesiones tardan tiempo en expresarse y en producir efectos dañinos. Como todavía no se expresa bien la lesión, tenemos una expresión mínima  y aumentará, y tenemos una plasticidad cerebral que es máxima, pero que en unos meses tiene un declive importante y ya no será igual”, expone.

Muchas veces el error que se comete con los bebés con daño cerebral es esperar unos meses a que el menor se desarrolle, perdiendo tiempo valioso para su rehabilitación.

Para su trabajo, la doctora Susana echa mano de la resonancia magnética, que es hasta ahora, asegura, la herramienta más poderosa y que se considera el estándar de oro para el diagnóstico de daño cerebral, que a ella y a los investigadores les interesa prevenir.

“Estudiamos no solamente el daño cerebral que puede haber, también los factores de riesgo, ya sea prenatales o perinatales que puedan producir algún riesgo para el cerebro, que puedan hacer que no se logre desarrollar completamente. Entonces también implementamos algunas terapias dirigidas a prevenir este daño cerebral. Esta evaluación con resonancia magnética no sólo nos permite hacer el diagnóstico, sino también una evaluación en conjunto con otras áreas como la psicología, lenguaje, fisioterapia, evaluar cómo está el desarrollo de los bebés”, explica.

Además de los factores antes mencionados, la investigadora comenta que durante el embarazo o el parto, problemas como la falta de oxígeno por unos minutos puede producir grandes complicaciones, como la hiperbilirrubinemia (niveles de bilirrubina superiores a lo tolerable) o bien carencia de ácido fólico. En ocasiones hay rupturas previas de membranas o de placenta. Todo ello puede producir daño.

“Las terapias que se dan cuando hay un nacimiento prematuro, cuando hay falta de oxígeno, o hay demasiado oxígeno, pueden producir en los bebés problemas como ceguera. De hecho todo este sufrimiento fetal puede producir que haya problemas en oído o en vista, que son los primeros afectados, pero que son también los indispensables para el buen desarrollo”, apunta. 

Comenta que con ciertos síntomas, cuando se detecta sufrimiento fetal previo al parto, se puede predecir que habrá algún daño cerebral. Por ello, dice, es importante que las mujeres gestantes vayan a revisiones médicas periódicas.

Una de las herramientas muy útiles para ello es el ultrasonido. Cuando el ginecólogo la usa permite que haya una buena detección en el feto de alguna condición cardiaca o cerebral. Incluso en los primeros meses de vida, debido a que aún no se acaba de desarrollar un cráneo en los bebés, es posible con el ultrasonido hacer una buena detección de daños cerebrales.

Una vez que nacen los bebés y tienen algún grado de daño cerebral, explica la especialista, es importante que lleguen a su unidad lo más pronto posible, antes de los tres meses. Si nacieron de manera prematura debe de ser antes de los tres meses de la edad a la que debieron nacer. A esa edad, subraya, es porque se puede hacer un buen diagnóstico.

“La resonancia magnética recientemente ya se empieza a aplicar a mujeres embarazadas. Es una herramienta segura, porque no hay un tipo de radiación a la que se esté exponiendo a la mamá y al bebé.

“Podemos ahí observar diferentes características anatómicas del cerebro y también funcionales en cuanto a la transmisión de información. La Unidad de Neurodesarrollo tiene un abordaje multidisciplinario, entonces hacemos el diagnóstico por imagen, pero también están por ejemplo los estudios encefalográficos, es decir, la actividad eléctrica del cerebro, que nos permiten detectar si hay una actividad anormal”, explica.

Asimismo, cuentan con un área de rehabilitación que se usa cuando ya se tiene un problema, donde buscan dar terapia para que el bebé supere lo más pronto posible su condición, pero también cuentan con el área de neurohabilitación, que es una terapia que busca que antes de que se presente algún retraso en el desarrollo, se hagan una serie de ejercicios para darle herramientas al bebé, y se desarrolle adecuadamente la secuencia de movimientos.

Se trata de ejercicios que los papás ayudan a realizar al bebé, para que pueda, por ejemplo, sostener la cabeza, luego que se pueda sentar, gatear y finalmente caminar.

“Sabemos que el desarrollo, aun con la terapia, no va a ser idéntico, pero sí va a ser un desarrollo alternativo y al final, óptimo. Finalmente sí hemos tenido resultados en bebés en los que el pronóstico era terrible, y gracias a la terapia,  a las intervenciones que aplicamos, mejoran. Que ese bebé, que luego se convertirá en niño y luego en adulto, no sólo no esté en una cama, sino que pueda ser independiente, y mientras más temprano se hace esa intervención, ese cerebro está mejor adaptado a las circunstancias”.

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