“Después de mí, el diluvio”, es una frase atribuida a Luis XV, rey de Francia, bisnieto y sucesor del emblemático Luis XIV, el Rey Sol, quien con la frase “el Estado soy yo”, justificó el absolutismo de los gobernantes.
Ambas frases ilustran lo que el absolutismo y el desapego en la política pueden llegar a generar. Pero volvamos a Luis XV; la frase ejemplifica el desinterés del gobernante por lo que sucederá tras abandonar el poder. No les importa que el mundo ruede, todo será culpa de su sucesor.
Aunque algunas fuentes atribuyen la frase a la amante en turno del rey Luis XV, madame Pompadour, dicha sentencia resultó profética. Durante su reinado se gestó el descontento y una vez terminado, su sucesor, Luis XVI se enfrentó a la Revolución Francesa y fue decapitado, poniendo fin temporalmente a la monarquía de la casa de Borbón.
En Querétaro hemos tenido alcaldes igual que Luis XV, quienes, al estilo del rey francés, piensan: “después de mí, las inundaciones”. E intentan seguir con su carrera política aduciendo que ellos no tienen nada que ver con las inundaciones posteriores a su mandato.
El pasado lunes 18 de agosto, la ciudad se colapsó por la tromba vespertina. Horas y horas de lluvias mostraron la fragilidad del sistema pluvial de la ciudad. Ya el sábado anterior había recibido una señal de advertencia del diluvio que vendría.
Las principales vialidades de la ciudad convertidas en canales, casas inundadas, automóviles varados, personas que fueron abandonadas por RedQ y estaban en las paradas de los camiones esperando inútilmente, estudiantes atrapados en sus escuelas sin poder regresar, ciudadanos que tuvieron que emprender el largo camino de regreso a casa sorteando las diversa calles desbordadas de agua. Casas dañadas, patrimonios perdidos, sueños ahogados. El agua lodosa dejó su marca por toda la ciudad.
¿Fue una sorpresa? La lluvia torrencial no es un castigo divino. En cambio, la ciudad inundada es una consecuencia de la negligencia de las autoridades.
Siguiendo con las sentencias célebres, Cantinflas dijo que en México no pasa nada, y cuando sucede, todo mundo dice: ¡pues claro, tenía que pasar! Lo mismo aplica en el tema de las lluvias. La ciudad siempre se ha inundado, pero una vez que el sol convierte al lodo en polvo, se olvida rápidamente. No pasa nada dicen, y cuando viene el diluvio, se dice, pues claro, ¡la ciudad se iba a inundar! Estos días, a través de redes sociales, simpatizantes panistas y priístas se acusan mutuamente.
Los rojos dicen que el PAN estuvo 15 años en el poder y que no hizo una gran obra para evitar las inundaciones. Los azules replican diciendo que el PRI no ha dado mantenimiento a las obras pluviales que ellos hicieron. Por extraño que parezca, ambos tienen razón: el desastre es una culpa compartida de ambos gobernantes emanados de los dos partidos políticos.
La ciudad se inundó durante los gobierno panistas. Hicieron obras paliativas, nunca definitivas. El gigantismo de la ciudad en años recientes hizo que esas obras fueran insuficientes. Por su parte, Roberto Loyola Vera —como ya lo hemos señalado con anterioridad en este espacio— dedicó más entusiasmo a las obras ornamentales que a las fundamentales. Resultado: el colapso del lunes.
Lo que llama la atención es el desdén de algunos funcionarios públicos tras las inundaciones. Amadeo Lugo Pérez, titular de Protección Civil municipal, declaró que “tener agua en la cochera o tener agua en su patio trasero no es una emergencia”. No creo que algún queretano se queje por algo tan simple, porque sabemos que todos los patios se mojan por igual, como dice una popular canción infantil, si se quejan es porque realmente el agua superó cualquier limite.
La declaración del titular de Protección Civil simplemente evidencia el desdén de las autoridades por el desastre de la ciudad ahogada. Han de pensar que aunque con ellos sea el diluvio, nada pasa, sólo es una lluvia atípica más, de esas lluvias atípicamente queretanas.
La intención del gobierno municipal de querer pasarle la factura a los ciudadanos por arrojar basura en los drenes es otra evidencia de que la autoridad no quiere hacerse responsable de nada. Si se sabe que los ciudadanos tiran basura, ¿Por qué no implementan programas para limpiar periódicamente los drenes y más en temporada de lluvias, tal como lo hacen con el servicio de limpia de las calles.
Finalmente, aunque no fue un acto de desdén sino más bien falta de tacto, queda para la memoria el infortunado homenaje del diputado Braulio Guerra Urbiola a Rihanna. Como usted recordará, dicha cantante de Barbados interpreta una canción que se titula Umbrella, paraguas en español; pues el diputado Braulio repartió sombrillas rojas, como el color emblemático del PRI, a determinados habitantes de Querétaro. Como si una sombrilla salvará de una inundación, eso fue como querer curar el cáncer con unas aspirinas. Bonito detalle pero infortunado en esta circunstancia.
Periodista y sociólogo