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El pasado fin de semana presenciamos tres eventos cruciales que delinean la carrera presidencial de 2024. Estos eventos incluyeron el Quinto Informe de Gobierno del presidente López Obrador, la designación de Xóchitl Gálvez como precandidata del bloque opositor y un acontecimiento inusual: el PRI decidió no presentar una candidatura presidencial por primera vez en su historia, marcando un punto de quiebre en su trayectoria.
Comencemos con el informe presidencial. En el Día del Presidente, AMLO eligió realizar su discurso fuera de la capital, llevándolo a Campeche. Esta decisión subraya su compromiso de apoyar al sureste del país, su lugar de origen. Obras emblemáticas como el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas son ejemplos de su impulso a esta región. En su discurso, reafirmó su enfoque en la atención a los más desfavorecidos y destacó su política que denomina Humanismo Mexicano. Sin embargo, entre líneas, se percibió una advertencia de posibles conflictos entre el poder Ejecutivo y el Judicial, un tema que ha marcado su sexenio.
Este informe, presentado pocos días antes de que su partido seleccione al candidato presidencial, se convirtió en un punto de referencia discursivo para la Cuarta Transformación que él lidera. Su principal preocupación parece ser evitar la fractura interna de Morena, ya que él mismo se posiciona como el equilibrio necesario para prevenir divisiones.
En el lado opuesto del espectro político, el Frente Amplio finalmente nominó a su candidata, que era ampliamente esperada en la figura de la panista Xóchitl Gálvez. Aunque algunos intentan presentarla como un fenómeno político, su verdadero alcance electoral solo se verá durante la campaña. Es demasiado pronto para determinar si la panista ha alcanzado su techo político.
Por otro lado, es digno de mención que, por primera vez en casi cien años de historia, el PRI, que en sus orígenes se llamó Partido Nacional Revolucionario (PNR), no presentará un candidato presidencial propio. En cambio, en su alianza con el PAN y el PRD, optará por ceder la candidatura presidencial a cambio de obtener posiciones en diputaciones y senadurías. Este giro marca un punto de inflexión en la larga historia del otrora poderoso partido, que incluso en 1976 fue el único en presentar un candidato presidencial. Ahora, el PRI parece avanzar lentamente hacia su extinción, una tendencia que ya están siguiendo sus aliados del PRD en la misma alianza.