Mientras el presidente López Obrador se encuentra en Chile conmemorando el 50 aniversario del Golpe de Estado a Salvador Allende, Marcelo Ebrard, recientemente derrotado en el proceso interno de selección del candidato de Morena, medita sobre su futuro político. La Política (así, con mayúsculas) le ha dado una lección y le ha enseñado que sus caminos no son lo que pensaba, como dice la canción popular.

Ebrard apostó a ser el sucesor de AMLO, esperando cobrar una vieja factura política, que solo él reconoce, por el presunto apoyo en un momento bajo del tabasqueño, incluso insinuando que él declinó en favor del hoy presidente, con la expectativa de ser designado sucesor después. Sin embargo, parece que, para AMLO, ese pacto nunca existió.

El miércoles probó el vino del desengaño cuando el método de consulta de Morena favoreció a Claudia Sheinbaum, quien, cabe destacar, siempre partió como favorita tanto del presidente como de las bases. Por eso es pertinente la pregunta: ¿De verdad Ebrard creyó que iba a rebasar a Claudia y obligar al presidente a darle el bastón de mando?

Ahora Ebrard se debate entre el amago de salirse del partido y apostar al desgaste interno al impugnar el proceso de selección ante instancias internas.

Pero, al mismo tiempo, anuncia que este 18 de septiembre formará su movimiento político nacional, siguiendo así la ruta de Cuauhtémoc Cárdenas en los 80 y del mismo AMLO tras el 2012. Camino que, por cierto, no siguió su mentor Manuel Camacho Solís tras no ser elegido como candidato del PRI en la elección del 94 y prefirió someterse al sistema.

La fuerza de Ebrard no es menor. Es un experto en negociación política y ha resuelto varios conflictos para el presidente. Su base política tampoco es despreciable: al menos 30 diputados federales, 7 senadores y varios personajes clave de sus equipos de trabajo; además de medio millón de personas que lo acompañan como base territorial, según publicó la-lista.com (medio asociado con The Guardian).

Ebrard debate su futuro político en acciones que aparentemente son contradictorias porque coquetea tanto con quedarse en el movimiento de AMLO como con fundar uno propio. Quizás espera a que el presidente regrese de su visita a Chile para negociar. Aunque, ¿qué puede negociar si no es la Presidencia? ¿Cargos? Esos ya los tenía porque el acuerdo inicial fue que el segundo lugar lideraría el Senado.

En tanto, Ebrard alarga la jugada en espera de una señal desde Palacio, a cuyo ocupante ya le dijo que nunca le haría daño; aunque si Ebrard finalmente rompe y aparece en las boletas presidenciales, uno de los beneficiarios sería el propio AMLO, ya que tendría dos candidatos en la boleta y le robaría muchos votos de la clase media a Xóchitl Gálvez, la candidata del Frente. Como en muchas ocasiones, AMLO juega con dos cartas para no perder.

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