En tiempos donde la política suele operar a puerta cerrada, con prisas y sin papeles, sorprende —y al mismo tiempo alienta— que una discusión pública sobre un proyecto fundamental como el de El Batán esté tomando forma con seriedad, foros, documentos y apertura. Y no es que estemos ante un modelo ejemplar aún, pero sí ante una oportunidad: la oportunidad de cambiar la manera en que se decide el futuro de un estado como Querétaro, y en especial, de algo tan básico como el agua.
Más de 6 mil páginas, 53 anexos, reuniones con autoridades financieras, técnicas, académicas. Foros con expertos de la UNAM, de la UAQ. Y sí, también una buena dosis de ruido, especulación y polarización política en redes sociales. Pero si algo debe reconocerse es que esta vez, al menos en esta fase, la discusión se está abriendo. Y eso no es poca cosa. Porque cuando lo público se decide en lo oscuro, todos perdemos. Pero cuando se decide sin saber, también.
Tan irresponsable es estar en contra de un proyecto sin haberlo leído, como estar a favor sin haberlo entendido. Esa es la raíz del problema en muchos congresos del país: decisiones exprés, votos en automático, posiciones ideológicas que ignoran la evidencia. Y en cambio, lo que aquí se plantea es una discusión informada, técnica, y sobre todo, transparente. ¿Será demasiado pedir?
El proyecto hídrico de El Batán, como se ha explicado, no implica deuda directa para el estado, pero sí un esquema de pago a largo plazo —30 años— con cargo al consumo de agua. En otras palabras: quien use agua en el futuro, pagará por el sistema que hoy se pretende construir. Y esto plantea preguntas de fondo: ¿es sostenible ese modelo? ¿Se está garantizando que la calidad del agua tratada sea apta para consumo humano? ¿Está el gobierno estatal dispuesto a abrir todo el contrato a revisión ciudadana? ¿Se beneficiará el interés público o el interés de una empresa?
Las preguntas no son nuevas. Lo nuevo sería que esta vez sí se respondan antes de votar.
Por eso es relevante que la UAQ se proponga como contralora social del proyecto. Porque si hay algo que puede dotar de legitimidad a una obra de esta magnitud, es la vigilancia permanente de una institución académica con credibilidad. No basta con que el Ejecutivo diga que la Conagua y el gobierno federal están de acuerdo. La confianza se construye con hechos, no con avales genéricos.
Y aun así, habrá quienes critiquen cualquier paso, sólo por venir del Ejecutivo estatal. Como también los hay que aplauden cualquier cosa, sólo porque “lo dijo el gobernador”. Ambas posturas están igual de vacías. El verdadero debate no es entre PAN y Morena, ni entre gobierno y oposición. El verdadero debate es entre los que quieren entender y los que prefieren gritar. Entre los que se toman el tiempo de leer 6 mil hojas y los que repiten lo que vieron en un tuit.
El acceso al agua potable será, sin duda, uno de los desafíos más críticos de esta generación. Querétaro no está exento.