Mientras en el país crece la inseguridad y malestar social por el deterioro en la salud, economía, política, seguridad pública y avanza la polarización social; los partidos políticos de oposición siguen dormidos en sus laureles, esperando que el presidente cometa un mega error capaz de ganarle el repudio generalizado y con ello pierda todas las elecciones, incluida la presidencial de 2024. Y eso, eso no va a suceder.

En lugar de activarse, crear nuevos liderazgos políticos, pensadores profundos, presentar ideas, causas, propuestas de mejora del país; la oposición sigue desaparecida, en su papel pasivo y reactivo, sufriendo el costo del abandono de sus principios y su incongruencia con ellos.

La defensa de la vida, la familia, la educación, la libertad, la participación política, el respeto a la dignidad de la persona, la búsqueda del bien común, entre otros, han dejado de ser referentes. Ante la ausencia de profundos pensadores doctrinales y el debate de las ideas, la oposición se dejó ganar ante la ideología de género que atenta contra la familia y la vida social.

Hoy la bandera que une a la oposición es quitar a AMLO del poder y sustituirlo con otro gobernante cuyo principal mérito sea ser un buen administrador. En este sentido se equivocan tanto en el objetivo como en la estrategia: se trata de enriquecer la democracia con liderazgos, principios y propuestas capaces de mejorar las condiciones de vida de todos los mexicanos, sin excluir a nadie.

El fondo de la lucha es cultural, no solo de buenos resultados económicos. Pasa por la definición de qué clase de personas y de sociedad queremos ser; la creación de un nuevo sistema político en el que la congruencia, la justicia y los valores éticos y morales gobiernen; en el que se impulse la participación social activa; acabar con la violencia, impunidad e intolerancia de algunas minorías; instaurar un modelo económico más incluyente, justo y solidario que reactive la movilidad social.

Se trata de mejorar las ofertas y que la sociedad elija; de reconocer y enmendar públicamente los errores del pasado. No hacerlo empobrece la vida política y social e impide a los partidos conquistar la confianza ciudadana, aquella por la que han perdido votos y militantes.

La urgencia con que la sociedad necesita y exige los cambios no es la misma que la de los partidos. Para estar a la altura de la sociedad, la oposición requiere un proceso de introspección, análisis y de encuentros que les permita salir cohesionada y construir puentes hacia la sociedad. Implica: recuperar la fe en sí mismos, en la vigencia y permanencia de sus principios y valores, en el peso de las ideas y en la generosidad al servir.

Se requiere creatividad para resolver los problemas de las familias y de la sociedad; del sistema educativo; promover el respeto de la dignidad de las personas, sin importar su sexo, raza, edad, condición o preferencia; la definición del bien común al que aspiramos. Estas omisiones dañan a la familia y a la convivencia social.

El campo de batalla no es sólo en los medios o las redes, sino puerta a puerta visitando los hogares, privilegiando el contacto personal para conquistar conciencias. Basta ya de oposiciones erráticas, incompetentes e irresponsables, que no han estado a la altura del país y que evaden su culpa en la creación de la realidad actual. La sociedad les exige abanderar juntos las mejores causas del país.

Periodista y maestro en seguridad nacional

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