La lista electoral está tomando la forma de un plebiscito nacional, pero éste no está convocado para preguntar si se quiere que continúe el PRI al mando, sino para consultar si se acepta que gobierne López Obrador. Hoy ya es obvio que el candidato a vencer lleva una delantera indiscutible.

Sigue siendo cierto que situarse en el segundo sitio es una estrategia indispensable, pero eso consolida la idea de que AMLO ganará. Tanto así que la agenda principal de los debates gira ya en torno de las opiniones que emite este candidato. Ninguna de las propuestas contrincantes ha despertado polémica equivalente: si los medios están hablando de la posible suspensión del nuevo aeropuerto de la CDMX o de la revisión de la reforma energética o de la reversión de la reforma educativa es porque esas decisiones resultan verosímiles.

Que la elección se esté deslizando hacia el plebiscito construido por AMLO obliga a los demás a apostar por el no a López Obrador. Esa obligación vuelve a poner a ese candidato en el centro. La negación supone una controversia. Cada vez que los partidos opuestos a Obrador combaten sus ideas lo vuelven a colocar en el núcleo del proceso.

Que el candidato oficial haya iniciado la campaña en el tercer lugar contribuyó mucho. Lo habitual hubiese sido preguntarse si el partido en el gobierno debe continuar o no para avanzar después al análisis de las alternativas. Pero, en este caso, esa pregunta ni siquiera se ha planteado seriamente. Desde el principio, los debates principales y la polémicas más profundas se han centrado en las afirmaciones y en las propuestas de López Obrador.

En un plebiscito, dada la opción dual que representa (sí o no), las probabilidades de salida son equivalentes. Pero en este caso la opción del no está dividida, cosa que le favorece aún más. Aunque Ricardo Anaya tenga probabilidades de ganar, para lograrlo tendría que remontar la división de los votos opuestos a López Obrador con cada uno de sus adversarios. Si bien todo indica que el no se impondrá, dado que ninguna de las encuestas le otorga mayoría absoluta a López, ese no está fragmentado de antemano. Otra ventaja para los partidarios del sí a AMLO.

Confieso que me cuesta entender lo que acabó dividiendo al PAN y colocando a Margarita Zavala como partidaria oficiosa del candidato de Morena en esta dinámica. Sin embargo, lo cierto es que la campaña orquestada por el PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano nació para oponerse a López Obrador. Y hoy me queda claro que quienes diseñaron la gestación del Frente nunca calcularon que su propia impronta afirmaría la dinámica del plebiscito en torno de la candidatura que quieren combatir.

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