Como cada año, Adrián Arreola, queretano de nacimiento, viaja a uno de los estados que es considerado foco rojo, a nivel nacional, debido a los altos índices de delincuencia que registra: Tamaulipas.

El joven de 28 años va acompañado de sus padres y hermanos, van a visitar a sus abuelos Francisco y María; ese lazo familiar los hace recorrer más de 700 kilómetros hasta el ejido Santa Engracia y pasar de uno de los estados más seguros del país, a uno de los más violentos. Como si se tratara de dos “Méxicos” distintos.

Pasar las vacaciones en [el estado de] Tamaulipas es recluirse con la familia en el rancho de mis abuelos, decidimos no salir a la plaza porque sí es muy inseguro”, comparte.

Paraíso en la niñez

Adrián ha viajado al ejido donde sus abuelos siembran y venden naranjas, desde que tenía sólo un año de edad; recuerda los viajes de más de 10 horas en autobús, cuando sus padres debían cuidar de ellos, cargar maletas y asegurar los boletos de salida, entre otras pequeñas dificultades que a veces, hacían del traslado un verdadero calvario.

Recuerda también el frío de medianoche en la carretera y la brisa fresca al llegar a Ciudad Victoria, donde tomaban otro camión para llegar a la casa de sus abuelos.

“Los caminos eran muy diferentes, mi papá no tenía coche y viajábamos en autobús, eran carreteras muy solas, poco transitadas. Sólo había corridas nocturnas, viajábamos 10 horas y llegábamos allá al siguiente día, el viaje era muy pesado, todos éramos muy chiquitos, nadie lo disfrutaba. La casa de mis abuelos no estaba lista para recibirnos, siempre han sido gente humilde, sólo había un cuarto terminado, dormíamos en el suelo o todos juntos en una cama, teníamos que acicalarnos con los abuelos para tener calor”, recuerda.

Con el paso de los años, la casa de sus abuelos creció, al igual que la familia y las carreteras que conectan a Querétaro con Tamaulipas; ahora, el viaje se reduce a siete horas en automóvil. Para Adrián y su familia quedaron atrás los viajes eternos entre andadores y maleteros.

“Ahora sí disfruto el viaje, todo es más cómodo ahora”, dice Adrián, quien no olvida el olor a naranja y otros cítricos característicos de los ejidos en Tamaulipas, también recuerda el sonido del río de agua casi helada que cruza frente a la casa de sus abuelos y el sonido de las chicharras por la noche.

“La casa de mis abuelos fue casi como un paraíso para mí, fue un lugar hermoso para disfrutar en la infancia. Recuerdo que era un lugar muy tranquilo, no había autos, las personas sabían qué hora era sólo por los autobuses que pasaban frente a su casa. Fue hermoso”.

Edén se convirtió en infierno

La comida cocinándose en una estufa de leña, el fuerte olor a café cargado por la mañana, los juegos de lotería al atardecer y su abuelo Francisco trabajando el campo, orgulloso de sus cosechas, son acciones que siguen presentes en la familia Arreola Salas cada vez que visita Santa Engracia. “El calor familiar es el mismo, pero la ciudad cambió completamente”.

Las vacaciones paradisíacas y tranquilas de su infancia se convirtieron en una actividad de alto riesgo. Cada vez que salen de Querétaro rumbo a Tamaulipas cada miembro de la familia se asegura de llevar identificaciones, comprobante de estudios, no graban ni toman fotos con el celular una vez que entran a esa entidad y de vez en cuando deben soportar retenes de los militares que están de planta en la zona.

“Todo ha cambiado bastante en cuestión de seguridad, antes batallábamos con los camiones hoy nos enfrentamos a la inseguridad. Siempre llevamos identificaciones oficiales, comprobantes de estudios por si ocurre una emergencia y debemos ir al ISSSTE, a veces los militares te detienen y te interrogan, te preguntan a dónde vas, con quién vas, cuánto tiempo vas a estar allá; te revisan las maletas, las llantas del carro, es muy estresante.

“Desde que estamos cerca de llegar a Tamaulipas el clima se pone tenso, en la plaza siempre hay soldados y vehículos militares; incluso a veces hay elementos de la Secretaría de Marina, cuando eso ocurre hay toque de queda, nadie sale de sus casas, todos tienen miedo de quedar atrapados en un nuevo enfrentamiento”, refiere.

Las redes sociales se han convertido en parte importante para un viajero como Adrián, pues antes de llegar a su destino, revisa en Twitter los últimos enfrentamientos ocurridos en la ciudad, para evitar rutas peligrosas o bloqueadas.

“Siempre hay bloqueos, enfrentamientos y muertos, aunque son cosas que no dicen los medios de comunicación, uno siempre se entera por otro lado”, comenta.

Por eso prefieren disfrutar de las vacaciones en el calor del hogar, pasar las tardes en el río y en el huerto, nadie quiere exponerse.

Adrián compara aquellos recuerdos de su infancia en Santa Engracia con sus días actuales en Querétaro, “aquí no sabemos lo que es un narcobloqueo o una situación de verdadero riesgo, aún es una ciudad muy tranquila, se siente este aire de paz cuando vuelvo a mi ciudad natal. Parece que hay dos países distintos”, comenta.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), Querétaro es la quinta entidad con menor percepción de inseguridad, de acuerdo a la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) 2018.

El estudio detalla que la percepción de inseguridad registrada en Querétaro es de 62%, que equivale a 17.4% menos frente a lo observado a nivel nacional, que alcanzó 79.4%.

Las entidades con menor percepción de inseguridad son: Yucatán (32.5%), Campeche (57.8%), Durango (60.4%), Aguascalientes (60.9%) y Querétaro (62%). Dichas estadísticas indican que Querétaro es de los cinco estados que perciben como más seguros en el país.

Contrario a lo que sucede en las entidades mencionadas, los estados en los que se percibe mayor inseguridad son: Tabasco (91.9%), Estado de México(91.8%), Zacatecas (89.5%), Veracruz (88.8%) y Tamaulipas (86.4%).

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