Los consumidores de marihuana llevan esperando desde 2019 la despenalización del consumo lúdico de esta hierba. Cinco años ya en los que Olga Sánchez Cordero, entonces secretaria de Gobernación, causó furor entre las comunidad cannábica al anunciar que el gobierno negociaría en el Congreso de la Unión una reforma que eliminaría como delito el consumo de esta droga.

En ese contexto, es que por tercer año consecutivo Leonito Reserva Club, colectivo a favor del consumo responsable, organiza la Tercera Rodada Cannábica que, debido al fuerte calor que alcanzó los 35 grados, contó con apenas alrededor de 100 ciclistas, una tercera parte de los que del año pasado.

Para César Zarazúa, integrante del colectivo, aún así seguirán rodando en esta actividad que, consideró, debe generar conciencia sobre un consumo y uso responsable de una planta que, recordó, se ha consumido durante décadas en nuestro país.

Cómo recordó, en teoría, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ya definió que de forma personal se puede cargar 5 gramos o menos de marihuana, y no estaría cometiendo ningún delito, sin embargo, la policía aún sigue “levantando” a los consumidores y se les da una multa en los Juzgados Cívicos o, más fácil, se les da su tradicional mordida y uno se va, pero ya sin dinero ni la hierba.

“Es muy normal todavía, es muy común. Vas saliendo de una fiesta, traes tu consumo personal, te ve la policía caminando -porque ya no hay transporte- y te levanta la patrulla. Muchas veces te piden soltar el billete y conociendo un poco la ley, pues tienes cómo defenderte, pero la mayor parte de la comunidad cannábica no está bien informada”, señala.

Por ello, en este evento cultural se brinda información y además el club les ayuda a poder tramitar el amparo con el que muchas personas ya cultivan sus propias plantas y cosechan su marihuana de forma casera. También, se les informa sobre cuánto pueden cargar, máximo 5 gramos, y se les pide que no fumen frente a infancias o en lugares donde no es permitido.

“Tratamos de informarlos sobre lo que se puede y no se puede. El consumo responsable es traer, según la Suprema Corte, 5 gramos, para no salirnos del estándar y poder hacer valer el derecho; hay que saber dónde se puede hacer, por ejemplo, frente a niños, no. Aún no estamos seguros cuándo se legalizará, ni hemos avanzado. Lo que se ha hecho es por la Corte y por la propia sociedad”, explica.

Los prejuicios sobre quienes fuman marihuana, señalan algunos de los asistentes, sí han cambiado. Las personas parecen haberse vuelto un poco más tolerantes, pero los insultos, señalan, continúan, esto pese a ser un grupo de personas “que sólo quieren divertirse”.

Uno de los objetivos del evento es romper el prejuicio de que sus consumidores son peligrosos o drogadictos. Para ellos, el consumo de cualquier droga, mientras sea responsable, no debería tener nada de malo y, así como en sociedad es común ver a alguien “cheleando”, debería serlo también el ver a alguien fumarse “un porro tranqui”.

A la manifestación acuden familias con niños; integrantes de la Resistencia Albiazul, la barra de los Gallos Blancos de Querétaro; acude un DJ; un grupo de serigrafía y un grupo de artistas circenses. Todo esto para que la gente vea que “los marihuanos también sabemos amar y sabemos divertirnos”.

El payaso principal del evento, en zancos, les recuerda a quienes vayan a rodar que “no hay que dejar provocarnos”, pues habrá insultos en el camino al Jardín Guerrero y en la vuelta de regreso y enumerar algunos, “vagos” es el insulto más benigno que dice, pero les pide serenidad a los asistentes.

Por ello, primero habrá que dejar que les dé el payaso y comienzan los malabares con artistas que cargan su gallito frente al Monumento a la Bandera, en una Plaza del Estudiante con el suelo tan caliente que es preferible apretujarse en la poca sombra que dan los pocos árboles sanos que hay.

A las 4:20 de la tarde en punto, los asistentes se forman sobre Avenida Hidalgo, en un lugar que ya huele a hierba y, al arrancar, se ve como el humo va quedándose atrás entre miradas de transeúntes que los ven con desconfianza y solo mueven la nariz al reconocer ese característico olor a hierba quemada.

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