Pasa del mediodía y, aunque la temperatura en Querétaro ha comenzado a bajar, el sol se siente con fuerza y quema al contacto con la piel; sin embargo, hay un hombre con playera de futbol y un par de muletas en las manos, quien se va al frente de los autos detenidos en la esquina de Constituyentes y Corregidora, y  demuestra su dominio del balón con una pierna.

Le corre el sudor por el rostro y la playera  está completamente mojada; el color rojizo de su piel evidencia que ya lleva varias solas bajo los rayos del sol.

Por más de 15 segundos da un espectáculo a los conductores que esperan el verde para seguir su camino, luego se mete el balón bajo la playera y comienza a caminar entre los autos, apoyado en sus muletas, donde los conductores sacan la mano por la ventana y le entregan una o varias monedas, el hombre se ve agotado, pero sonríe y saluda a todo aquel que pasa a su lado.

“En los empleos me decían ‘tú no puedes trabajar’”
“En los empleos me decían ‘tú no puedes trabajar’”

Este hombre es Alejandro Estrada, originario del Estado de México, de 43 años de edad.

De 15 a 20 días del mes vive en Querétaro, donde trabaja en los semáforos, particularmente en los que se ubican alrededor del Estadio Olímpico, ahí se gana la vida para él y su familia.

Recuerda que  cuando tenía 13 años  se dirigía a la escuela y viajando en transporte público tuvo un accidente que le deshizo la pierna, tibia, fémur y peroné, lo que, en  conjunto con la gangrena, le ocasionó la pérdida de su extremidad, desde entonces camina con ayuda de unas muletas y, desde hace pocos años, con una prótesis.

Hace casi cinco años Alejandro decidió probar suerte en Querétaro, pues toda su vida trabajó en los semáforos de la Ciudad de México, donde reconoce que ya es mucha la competencia y que tenía que buscar otros lugares para poder trabajar y fue gracias a un sobrino, que vivía en Querétaro, que decidió venir a probar suerte.

“Estoy haciendo una actividad llamada freestyle, que es mi trabajo día a día, con esto saco recursos para mantener a mi familia y para mis gastos diarios de andar aquí, de comida, hospedaje, transporte. Mi familia vive en México y yo vengo aquí 20 días, 15 días y me voy una semana y regreso”, detalla.

No siempre se dedicó a dominar el balón, esa es una actividad que empezó a practicar hace cinco años en la  Asociación Mexicana de Futbol de Amputados, con el Club Celaya F.A. y, como no tenían recursos para viajar, inventaron una rutina para poder hacerla en los semáforos y así juntar fondos.

“Hay muchos que sí tienen empleos porque se accidentaron en sus empleos y les siguieron dando trabajo, pero quienes no tenemos, en el semáforo hay días buenos y súper buenos, pero hay días malos y súper malos, entonces dijimos ‘los que no tengamos un empleo en una empresa, vamos a tomar esto como un empleo’ y eso es lo que hacemos. Esto llevo como cinco años realizándolo; antes vendía dulces en los semáforos, en el metro de la Ciudad de México, he trabajado en autolavados”.

Alejandro asegura que la gente es más generosa en Querétaro, en comparación con la capital del país, porque allá “andan a las carreras y a las prisas” y aquí “la gente anda más tranquila y apoya más”, además de que en el estado encontró un lugar donde le pueden hacer las reparaciones a su prótesis, la cual actualmente está siendo reacondicionada, por lo que tiene que destinar un mayor número de horas al trabajo que le permita ahorrar para pagar los más de 21 mil pesos que le costará el proceso.

“Tiene como cinco años que tengo la prótesis, porque es muy difícil adquirir una y muy caro, y la que tengo fue una donación de unos particulares, pero ya las reparaciones van por mi cuenta, ahorita la tengo en reparación y  me cuesta 21 mil pesos, porque un tiempo me enfermé de la vesícula, adelgacé y le cambiaron el socket y el sistema de sujeción, simplemente una funda que uso que se llama lightner cuesta 18 mil pesos”, explica.

Apenas lleva cuatro mil pesos abonados y el ortopedista que le está haciendo la reparación le ha permitido ir pagando poco a poco el costo, pues hay semanas en las que sólo puede pagar 100 o 200 pesos y, cuando mejor le va, le da hasta 600.

Aunque está separado, Alejandro sigue ayudando a su familia, pues tiene tres hijas: una de 22, 19 y 13 años, así como una nieta de cuatro años, obligación que ha podido cumplir gracias a su trabajo en los semáforos.

“Nunca encontré un trabajo formal, siempre toqué puertas y me veían y me decían: ‘tú no puedes hacer las cosas, tú no puedes trabajar’. 

“Hasta el personal de Recursos Humanos salía hasta la puerta de la empresa a regresarme mis papeles y la verdad sí me decepcioné de las empresas y más cuando veía el letrero de inclusión laboral. Hubo una ocasión que me ofrecieron trabajo en una empresa, pero me ofrecían la mitad de lo que todos los demás ganaban”, recuerda.

Tras toda una vida trabajando en los semáforos, reconoce que hoy buscar un espacio dentro de una empresa le sería muy difícil, pues lleva trabajando 20 años en las calles y más cuando los sueldos son muy bajos, pues con los mil 500 pesos que pagan a la semana en una fábrica, no le alcanzaría.

Al no contar con un empleo formal, cuando tiene algún problema de salud, se atiende con los doctores de las farmacias, donde señala que, al haber mucha competencia, dan consultas médicas por 50 o 60 pesos.

“Hay mucha gente a la que le soy indiferente, yo sé que tienen sus problemas y su día a día, pero también que me entiendan que este es mi trabajo, mi fuente de ingresos para mi familia y no es por estarlos molestando a diario, pero es mi trabajo y al final del día soy un padre de familia que sólo busca el sustento de la familia”, comenta. 

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