La fila avanza lentamente. Las personas sostienen sus papeles en un folder que usan como sombrilla y abanico. En algunos casos han hecho fila sobre las calles Guerrero y Madero durante cinco horas, para obtener una de las becas que brinda el gobierno del estado a padres de familia.

El retraso en los trámites de inscripción se debió, en parte, a los protocolos sanitarios para evitar contagios de Covid-19. La oficina del Departamento de Becas se ubica en la calle Guerrero, casi esquina con Pino Suárez, pero la fila llega hasta la calle de Madero y hasta media cuadra, pasando por el antiguo Palacio Municipal.

Crece la demanda de becas; padres esperan horas para tramitar apoyos educativos
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Personal del departamento reparte fichas y corrobora que los padres de familia lleven los documentos requeridos para poder otorgarles los apoyos educativos.

Los solicitantes esperan con una mezcla de paciencia y hastío. Este año, por la pandemia y la crisis económica, pareciera que más personas solicitan el apoyo para la educación de sus hijos. Otros, como en otros años, acuden para renovar la beca.

Lucía “N” está a una decena de personas para ser atendida en la oficina. Sostiene un folder con los papeles que necesita para la solicitud de la beca.

La mujer comenta que, con este, ya son 20 años en que acuden a pedir una beca para su hijo, quien actualmente estudia una carrera universitaria.

“Son ya 20 años haciendo esto. Es para un hijo que está en la universidad. Pero es la primera vez que se hace este caos. No sé si es por la pandemia, por el cambio de gobierno, quien sabe porqué razón, pero si es complicado. Antes lo tenían muy bien organizado todo.

“Ahorita, me parece, sólo dieron 10 días para hacer todo esto [los trámites]. Antes era todo un mes únicamente para el nivel medio superior y superior. En otro mes diferente era para primaria, secundaria. Pero esta vez parece que lo juntaron todo”, comenta Lucía.

Explica que otros años no se tardaba ni media hora en hacer el trámite. “Esta ocasión se dieron fichas, porque la cantidad de personas es considerablemente mayor”, dice.

Junto a Lucía se encuentra Maryali, quien acude por segundo año a solicitar una beca. En su caso no es para un hijo, es para ella. La mujer estudia una Maestría en Ciencias Forenses.

Explica que normalmente la convocatoria para las becas se abre dos veces al año para nivel superior y posgrado. Por lo regular es enero y febrero, así como julio y agosto, y hay que estar pendiente para entregar los documentos que se solicitan.

Coincide con Lucía en que el año pasado todo el proceso fue más sencillo. “El año pasado fue súper rápido. Esta vez desconozco cuál sea el motivo por el que se hizo tanto volumen de gente, pero ya estamos aquí y ya sólo nos queda esperar”, asevera Maryali.

Las mujeres ya cumplen más de cinco horas de permanecer de pie. La “tierra prometida” ya está a la vista.

Las personas en la fila ingresan en pequeños grupos al interior de la oficina. Lucía y Maryali ya están cerca de ser atendidas y cumplir con su cometido.

El resto de las personas, cansadas de estar bajo el rayo del sol, se cambian de acera, donde la sombra cubre del astro rey. Hasta poco después de las 13:00 horas el calor, y el sol se podían aguantar. Ahora cambian a la banqueta de enfrente, donde los edificios los protegen del intenso calor y les ayudan a hacer menos incómoda la espera.

Durante ese tiempo las personas platican entre ellas, intercambian puntos de vista sobre los trámites, la espera, la pandemia. Se olvidan de la sana distancia. Conversan de manera cercana. La mayoría llevan su cubrebocas. Sólo uno que otro no lo porta.

Cuando la fila llega a la puerta de algún edificio público o negocio se “abre” y se espera el avance de la fila.

María Rebeca va acompañada de su hija, quien ingresa a la primaria este ciclo escolar. Es la primera ocasión que acude a solicitar una beca. Está formada pasando la puerta del antiguo Palacio Municipal. Son casi las dos de la tarde y apenas llega a formarse.

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Señala que su esposo es empleado de gobierno, y se enteró de las becas, por lo que ambos acudieron a solicitar el apoyo. Su marido, dice la mujer, fue a estacionar su auto, mientras ella se forma en la fila que a pesar de la hora sigue creciendo el número de personas que llegan tras salir de sus empleos o usa la hora de la comida para este propósito.

Ama de casa, María Rebeca explica que es su única hija, pero la situación económica es complicada para muchas familias.

Lleva dos horas esperando su turno. La fila aunque avanza rápidamente, aún es larga. Dice que les comentaron que atenderán a todas las personas que están en la fila.

“De pronto salen las señoritas que están trabajando y preguntan si quieren dejar sus documentos, recibir una ficha e ir al siguiente día al Gómez Morín. Mucha gente lo acepta, a lo mejor los que van a entrar a trabajar. Mucha gente se va, pero mucha gente dice que mejor se espera. Dicen que sí nos van a atender, hasta el último que esté”, destaca.

La hija de María Rebeca se abraza a ella mientras la fila avanza lentamente. Los pacientes padres de familia caminan unos pasos y se detienen. Mientras, a su alrededor el resto de los ciudadanos que circulan por las calles lo hacen de prisa. Sólo prestan atención a la fila cuando tienen que pasar por estrechas aceras, no aptas para la sana distancia y la pandemia.

María Rebeca avanza rápido. Quizá la espera no se prolongue más allá de las seis de la tarde, en el mejor de los casos. Para otros, quizá el crepúsculo los sorprenda en el lugar.

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