Querétaro, Qro.

Una mujer joven llega hasta donde está Elizabeth Esquivel Martínez y su familia, bajo un árbol en el estacionamiento de un centro comercial. Lleva un paquete de pañales, comida y unas galletas. Las entrega a las artesanas indígenas que encuentran en este lugar un sitio para vender, pues en el Centro no hay gente y aquí pueden intercambiar sus productos por comida. Son tiempos difíciles.

El movimiento en el estacionamiento es constante. Autos entran y salen con una o dos (a veces tres) personas a bordo. Los queretanos acuden a hacer sus compras para la semana. Los estacionamientos de las tiendas de la misma cadena lucen, si bien no llenos, a tres cuartos de su capacidad.

Los estacionamientos son otro centro comercial. Junto a las artesanas desplazadas del primer cuadro de la capital queretana hay personas que en las cajuelas de sus vehículos ofrecen cubrebocas y mascarillas protectoras. Una nueva demanda abre la posibilidad de una nueva oferta. En otros casos es la lucha por la supervivencia.

Elizabeth no pasa de los 30 años. El cubrebocas sólo deja ver sus ojos y su cabello negro.

“Antes vendíamos en el Centro. Pero ahorita como ha pasado esta enfermedad ya no hay gente ahí y por necesidad tenemos que salir a vender, pedimos a la gente que nos apoye.

“Estamos cambiando nuestras artesanías también por despensa, porque la necesidad está muy fuerte, no se vende como antes. Aquí la gente viene a darnos un poquito de lo que ellos tienen. Pasan personas también a comprarnos”, cuenta.

Explica que desde hace dos meses empezaron a colocarse en este sitio. Ahora toda la familia sale a la calle. Los niños que los acompañan apenas salen un par de días, cuando no puede nadie quedarse en casa con ellos.

Un niño, de unos nueve años, muestra la cartulina rosa con el mensaje que intercambia artesanías y flores por despensa o comida para bebé.

Elizabeth apunta que decidieron instalarse en el estacionamiento del centro comercial porque caminar en las calles es muy complicado, la gente no puede apreciar bien sus productos, mientras que aquí, en un lugar fijo, la gente se detiene a observar de manera más atenta las artesanías finamente elaboradas, que van desde las tradicionales muñecas, hasta cubrebocas delicadamente bordados.

Dice que a veces muchos conductores regresan. Compran una muñeca, un camino de mesa, blusas. “Andamos por necesidad. En nuestra comunidad [San Ildefonso, en Amealco], es más difícil. Allá no hay trabajo. Lo del campo si hay, pero trabajo no hay. No estamos preparados para esto [para la pandemia]. Lo que vendemos es para ir al día, para mantenernos”.

El Covid-19, la pandemia, cambió la rutina de Elizabeth y su familia. La contingencia sanitaria llegó en mal momento, pues esperaban, al igual que muchos comerciantes y prestadores de servicios, las vacaciones de Semana Santa para vender sus artesanías y sus muñecas, pero no fue así.

“Pensamos que iban a ser sólo dos meses lo del coronavirus. Pensábamos que iba a pasar. Nosotros compramos tela, compramos todo para hacer más muñecas, pero no fue así”, narra Elizabeth, quien carga a un bebé en la espalda, que de vez en cuando asoma el rostro.

Dice que de sus ventas saca para vivir, para mantener a su familia. Que los niños apenas salieron unos días, pues estuvieron más de dos meses en casa, cuidándose de la pandemia, sin ir a la escuela.

Afirma que hay gente de buen corazón que se acerca y pregunta qué necesitan, cómo les pueden ayudar. Les llevan arroz, frijol, leche, lo que agradecen, porque no pueden comprarlo, ya que no tienen suficientes ingresos para adquirir esos productos de primera necesidad.

Un joven se acerca. Observa los productos de Elizabeth y decide llevar un monedero. Está decorado con las muñecas tradicionales de Amealco, figura que es Patrimonio Cultural del estado. El joven paga y sube a su vehículo.

“Nosotros no sabemos cuando va a mejorar [la situación]. Pero nos la vemos más difícil. Yo quisiera quedarme en la casa, con mi familia, pero no se puede. Lo poco que pude estar sin salir fueron dos semanas, pero ahorita la necesidad me obliga a salir.

“No sabemos qué va a pasar después de esto, pues la gente ya no va a tener la misma confianza de salir a la calle a comprarnos, por todo lo que se ha visto. Para nosotros va a ser más difícil. Lo vemos así. Ya no habrá confianza”, asevera.

Espera que la gente siga las indicaciones de las autoridades para que la contingencia termine pronto, porque hay muchos artesanos que no tienen recursos y no pueden trabajar, y pide que el gobierno vea sus necesidades.

“Tenemos temor, miedo de tener el virus, de ser contagiados o igual las personas que nos compran. Sé que no sienten la seguridad de antes”, dice mientras ve sus artesanías que esperan para ser adquiridas o intercambiadas bajo la sombra de los árboles, esperando y sorteando la tormenta del Covid-19.

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