Un chico moreno se apresura a guardar sus pertenecias en una mochila verde militar. Con una chamarra del mismo color, guarda la cobija que la noche anterior le ayudó a protegerse del frío y de las bajas temperaturas que alcanzaron los seis grados como mínimo, según los pronósticos para la capital de Querétaro.

El chico responde al nombre de Mario y al igual que otras noches, durmió en el estacionamiento de una tienda de autoservicio ubicada en la calle de Ignacio Pérez. Son apenas las siete de la mañana y el sol ha comenzado a salir. Aún dos personas duermen en este lugar y Mario, que parece ser el último, se apresura para irse. Los domingos, dice, debe salir temprano si es que quiere alcanzar a desayunar en la Iglesia del Séptimo Día.

Minutos después, llegan dos hombres de mediana edad que también pasan la mayoría de sus noches afuera de la tienda de autoservicio, pese a las bajas temperaturas de la época. Aunque el frío cala, los dos hombres deben resistir las heladas entre cajas de cartón, chamarras y cobijas.

“(El frío) ahorita sí se pone difícil. La vez pasada no hizo mucho frío, pero ahora sí. A las cobijas que traemos se les pasa el frío bien helado”, dice Juan, un hombre de rostro severo con un tatuaje de caracteres chinos plasmados en el dorso de su mano.

Es originario de Querétaro y actualmente está desempleado. Su último trabajo lo obtuvo en Guanajuato en una empresa dedicada a la construcción. Dice que no tiene familia y desde hace algunos meses, pasa las noches en este estacionamiento.

En cambio, su compañero Óscar, originario de Veracruz, tiene una hija que estudia la secundaria y a quien visita de forma recurrente. Sólo vive durante algunos meses en Querétaro donde trabaja y se regresa a Veracruz por algunas semanas.

Llegó hace 21 días a Querétaro y aunque en un inicio se hospedó en el albergue Yimpathi, ahora su única opción es la calle, pues dice que debido a las reglas de este lugar, sólo puede quedarse tres días como máximo.

Aunque es una opción el albergue, a la mayoría de los hombres que pasan la noche en la calle, no les gusta debido a la mala atención que reciben y por el poco tiempo que pueden permanecer en él; razón por la que muchos como Juan y Óscar prefieren buscar un lugar en la calle donde dormir.

Óscar ha contabilizado hasta 20 personas durmiendo en el estacionamiento, provenientes de diversos lugares del país y también de otros países de Centroamérica. Los hombres señalan que entre las personas que pasan las noches en este lugar, hay de todo; algunos son inmigrantes que trazan la ruta para llegar a Estados Unidos y que quieren cumplir el sueño americano.

No obstante, algunos otros como Óscar y Juan buscan un empleo temporal en la ciudad. Pese a que muchos insisten en la idea de cruzar la frontera, para estos dos hombres esto no es viable debido a la dificultad del trayecto y a los problemas de inseguridad.

“La verdad es que es muy difícil para cruzar por allá. Hay maleantes, animales en el desierto, el narco… Si no cruzamos de chicos, menos de grandes”, dice Juan.

Hay oportunidades.

En el caso de Óscar, la facilidad para obtener un empleo es la principal razón para quedarse en Querétaro, ciudad en la que le gustaría residir de forma permanente y que conoció a los 22 años.

“Aquí de volada te contratan. En Veracruz está más difícil porque buscan que no tengas antecedentes penales, y que no traigas tatuajes. Ya es raro que alguien que tenga un tatuaje le den trabajo, por tanta inseguridad”, menciona.

En su lugar de origen, tenía un negocio de artesanías donde fabricaba relojes tallados en madera y cuadros del mismo material; no obstante, prefirió cerrar, debido problemas del narcotráfico en la zona, el pago de cuotas y la extorsión de los grupos delictivos

“A raíz de que me empezaron a cobrar cuota, ya no me quedé porque tuve problemas y ya no quise pagar”, señala, mientras su rostro se ensombrece. Aunque le gustaría regresar a Veracruz y estar cerca de su hija, debido a la violencia prefiere quedarse en Querétaro y dormir en la calle en lo que logra establecerse.

Vivir en las calles durante esta época, además de frío, tiene otras complicaciones, según relatan Óscar y Juan.

Se cuidan entre ellos.

Mientras algunas noches pueden dormir sin muchos sobresaltos, otros días deben cuidarse y mantenerse alerta en caso de que busquen agredirlos o asaltarlos.

“En la madrugada siempre vienen personas que están muy pinches locas… ayer o antier vino uno que quería que le diéramos dinero a fuerza y entre todos, no nos dejamos”.

¿Qué hacen cuándo eso pasa?

“Nos defendemos aquí entre todos. Si le pegan a uno nos vamos todos contra él… por aquí también pasan patrullas. Dan vueltas para allá y pa’ acá; de todas maneras con ellas sentimos un poco de seguridad y está la cámara de la tienda”, dice Juan.

Aunque las situaciones de inseguridad son parte de la cotidianidad del estacionamiento, también hay personas que socorren a los hombres que pasan sus noches aquí.

Días atrás, Óscar relata que un joven les entregó cobijas, también en ocasiones, les han traído alimentos o el encargado de la tienda de autoservicio les regala refrescos y deja que duerman sin problemas afuera de su establecimiento.

“Lo hacen de noble corazón y sí hay gente de buen corazón todavía… Como hay gente buena, hay gente mala, que lo ven a uno como de lo peor. Que por estar en la calle piensan que uno es delincuente”, lamenta Juan.

“A lo mejor eso sí lo hacen algunos, los que no saben un oficio, pero nosotros tenemos oficios, hemos andado trabajando”, señala por su parte Óscar, que actualmente busca encontrar trabajo para regresar a Veracruz durante las festividades de fin de año.

Sin embargo, a medida que va amaneciendo Juan y Óscar deciden apresurar el paso. La mañana es corta y al igual que Mario, el chico con la mochila verde militar, deben apresurarse para tomar el desayuno en la Iglesia del Séptimo día, que ofrece todos los domingos comida gratuita.

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