Juchitán de Zaragoza.– Por la emoción, Leticia no sintió el pinchazo en su brazo, sólo dio gracias a Dios de ser una de las primeras 500 elegidas  en Juchitán para recibir la vacuna contra el Covid-19 de la empresa farmacéutica Pfizer, pero esa emoción disminuyó al darse cuenta que, de toda su familia, ella era la única afortunada.

Leticia Flores Felipe es trabajadora  en el departamento de Recursos Humanos del Hospital General Macedonio Benítez Fuentes,  en Juchitán, y fue una de los 200 trabajadores que se contagiaron del virus en julio pasado.

El hospital donde labora  se reconvirtió durante la contingencia sanitaria y   destinó un ala  para atender pacientes con Covid-19, y ese mismo mes en el que Leticia se contagió,  ahí se dio el  brote más grande  del  que se tiene  registro en una unidad médica de Oaxaca.

El día que Leticia recibió el diagnóstico entró en pánico. Entonces presentaba un cuadro leve de fiebre  y tos, pero al enterarse que más de la mitad del personal del único hospital que tenía por entonces  Juchitán estaba contagiado y que tendría que cerrar,  el miedo se acrecentó. No había a dónde acudir, sólo aislarse en casa y encomendarse a todos los santos.

Leticia  sabía que ni haberlo contraído garantizaba la inmunidad, por lo que  aun con  las medidas sanitarias siempre temía recontagiarse en el hospital y llevar el virus a su hogar que comparte con su madre, una mujer de 80 años. Vivía temerosa y prácticamente aislada, la convivencia con sus familiares era más a través de videollamadas.

Así que para esta juchiteca de 47 años la vacuna es un respiro y un  gran alivio  en estos nueve meses de angustia, no sólo para ella, sino para toda su familia.

A Leticia  la citaron al segundo día de aplicación, el 14 de enero, los primeros a quienes se la  pusieron fueron el personal médico y de enfermería, después vinieron los administrativos como ella.

“Yo estoy muy emocionada por la vacuna, estoy muy agradecida, porque esto nos da esperanza a todos los que trabajamos en el hospital. En todo este tiempo muchos tuvimos un cuadro de depresión, muchos  hasta bajaron de peso por el estrés. Trabajar aquí es vivir con miedo  ante la posibilidad de llevar el virus a la familia”, cuenta la trabajadora mientras muestra su carta de vacunación.

El proceso de vacunación en los hospitales de Oaxaca estuvo en manos del personal del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) y elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional  (Sedena), quienes vigilaron que la aplicación se realizara en orden, y que nadie se saltara las normas, el hospital de Juchitán no fue la excepción.

Nadie que no estuviera anotado en el padrón de personal del centro  podía acceder a la vacuna, había una férrea vigilancia.

Días difíciles 

María Eugenia Ortiz Morales es una de las enfermeras que estuvo en los primeros cuatro meses de la contingencia en la primera línea contra el  Covid, pero  luego, el área  comenzó a atenderla  personal del Insabi que se contrató exclusivamente para tal fin. Ella, junto con sus compañeros médicos y enfermeras, fueron los primeros en formarse y pasar los filtros sanitarios y burocráticos para vacunarse.

Cuando a María  Eugenia le avisaron que la primera dosis de la vacuna de Pfizer le tocaría el 13 de enero y la segunda dosis el 3 de febrero, 21 días después, lo primero que hizo fue  buscar en internet de qué estaba compuesta la vacuna, sus pros y  contras. Lo que averiguó le dio confianza para  aplicársela, y ya no dudó.

Ella también fue una de las contagiadas del brote en el hospital, aunque siempre fue asintomática. A meses  del contagio, María Eugenia enumera más aprendizajes que miedos, sobre todo en las medidas preventivas que sigue todos los días al llegar a su casa.

“Fueron días de miedo, antes y después del contagio, pero eso nos enseñó mucho, como a mantener el hábito de la sanitización de  la ropa al llegar a la casa, antes de tener contacto con la familia, a no salir del hospital con la ropa de trabajo a la calle, sino cambiarse. Esas medidas deben de quedarse  para siempre, porque son de  prevención que nos enseñan, pero que habíamos olvidado” comenta.

María Eugenia no desconfía de la vacuna, como no lo hace ninguno de los trabajadores del hospital de Juchitán, al contrario, esperan con ansias la segunda dosis y agradecen que haya aterrizado la esperanza.

Finalmente, cuatro minutos antes de la media noche del 15 de enero, tras tres jornadas, las 19 mil 500 dosis de la vacuna que llegaron en el primer lote ya habían sido aplicadas a igual número de trabajadores de la salud, aquellos que, de una u otra manera, están en la primera línea de batalla contra la pandemia dispersados en 49 hospitales.

En el Hospital General "Macedonio Benítez Fuentes", el enfermero Luis Enrique Blas Caballero fue el primero en recibirla.

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