El anuncio del presidente López Obrador de no asistir a la Cumbre de las Américas si EU mantiene su negativa a invitar a Nicaragua, Venezuela y Cuba, parece haber resultado en un acierto de política exterior.

Faltan aún tres semanas para este encuentro en Los Ángeles y todavía muchas cosas pueden cambiar, pero las declaraciones de López Obrador ya han suscitado una interesante reacción.

Un dato relevante es que cinco días antes de que AMLO condicionara su presencia en la Cumbre de las Américas, ya lo habían hecho catorce países de la Comunidad del Caribe (Caricom), entre los que están Haití, Jamaica, Belice, y Antigua y Barbados.

Fue la postura de López Obrador —ese presidente al que las élites creen provinciano, que “le falta mundo” y juzgan como ignorante en política exterior— lo que le dio tracción al asunto.

Fue el regreso del “hermano mayor” a la región —como él mismo lo señaló después de su más reciente viaje a Centroamérica— lo que ha hecho que ahora también se sumen a la protesta otros países, generando una polémica justa y necesaria.

Al planteamiento mexicano se ha incluido Luis Arce, presidente de Bolivia, quien declaró que tampoco asistirá a la Cumbre de las Américas si no se invita a todos. Horas después se sumó al reclamo la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, y luego el argentino Alberto Fernández.

Este respaldo —que pudo haber sido operado de antemano por el canciller Marcelo Ebrard y su alfil para América Latina, Efraín Guadarrama— confirma una vez más el peso que México puede tener en la región cuando se lo propone.

México y EU siempre han tenido una relación tirante y compleja, pero sabemos también que hace tiempo acordaron no estar de acuerdo en ciertos temas. Por eso en algunos de los capítulos más dignos de nuestra política internacional hemos sido capaces de actuar con independencia.

Lo vimos en momentos clave de la historia como la cumbre de la OEA de 1962, cuando nuestro país fue el único que votó en contra de la expulsión de Cuba del organismo, cuando apoyamos la Revolución Sandinista en la década de los ochenta o a principios de los noventa, cuando México auspició las negociaciones de paz para El Salvador.

Durante los gobiernos panistas, nuestra política exterior dio un triste giro, y hasta en los temas multilaterales vimos una innecesaria subordinación a los intereses de EU. Pero hoy estamos dejando la vergonzosa postura del “comes y te vas” para ensayar una distinta: no como si ellos no van.

Es una postura digna porque no se puede permitir que EU decida incluir o excluir a países latinoamericanos según sus muy particulares criterios democráticos.

Los organismos multilaterales y espacios de cooperación de la región no pueden ser un club de Toby que toque al son de los intereses, agendas y supuestos principios defendidos por los EU, que constantemente ha pretendido utilizar los mecanismos de diálogo y cooperación internacional como método de presión para premiar o castigar países según sus criterios.

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 @HernanGomezB

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