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A sus 51 años, Claudia ingresó en estado grave por Covid-19 al Hospital General de Zona 1 del IMSS, en Coahuila, y tras haber permanecido tres semanas en el lugar, aseguró que “en el área covid hueles y sientes la muerte".
"La gente no entiende la experiencia tan dura que es estar ahí”, contó y a pesar de lo difícil, Claudia indicó que su experiencia en el Seguro Social le cambió la vida.
“Vi morir pacientes, sentí el esfuerzo y la angustia de los doctores al tratar de salvar vidas y me reconforté al ver como algunos enfermos, con ayuda del personal, se levantaban de la cama y comenzaban a caminar en preparación del egreso”, refirió.
Mitzi Melisa Pérez Castillo, especialista en cardiología y parte del Equipo de Respuesta Covid que estuvo a cargo del caso de Claudia, explicó que la paciente ingresó con un daño severo en más de 70% de sus pulmones.
Aunque no padece comorbilidades, comentó, su estado de salud fue muy delicado y de no haberse atendido en forma inmediata el resultado hubiera sido fatal.
Claudia es viuda y se dedica al comercio. Cuando enfermó, asistía a los ensayos de una obra teatral en la que participaría como cantante; sin embargo, a la fecha no sabe dónde se contagió.
Relató que lo primero que sintió fue malestar en el estómago y pensó que algo no le había caído bien, luego tenía irritación en la garganta; su explicación fue que había cantado mucho, y al notar escurrimiento nasal lo atribuyó a un resfriado.
El médico particular que consultó le dijo que no había necesidad de hacerse prueba y le aseguró que no era Covid-19,pero a decir de Claudia, fue un error que complicó su situación de salud, porque no tomó las precauciones ni el aislamiento necesario.
La comerciante dejó pasar el tiempo hasta que estuvo al borde de la muerte y había contagiado a sus hijas.
“Empiezas a sentir miedo, me preocupaban mis hijas porque no sabía si podrían enfrentar el mundo solas, pero al mismo tiempo te sientes tan mal que lo único que quieres es un alivio”, compartió.
Con especial cariño recordó a personal médico, “a la doctora Pérez Castillo, al enfermero Israel y al doctor Mickael Ponce, quienes se esmeraron aún más en sus atenciones y se preocuparon por ayudarme física y emocionalmente”.
Cuando salió del hospital, recuerda que no podía agarrar un vaso con agua y no tenía energía. “Mi cuerpo se deterioró, bajé 10 kilos, mi piel estaba toda colgada, parecía una anciana de 70 u 80 años y no podía comer; dormía con la luz prendida para espantar el miedo que me dejó la enfermedad”, expresó.
A tres de meses su regreso a casa, Claudia apenas comienza a hacer una vida normal, aunque señaló que con el frío le duele el pecho.
“Si la gente supiera lo terrible que es esta enfermedad, estoy segura de que de nadie andaría en la calle. Este virus es de mucho respeto, no es un juego. Estamos viviendo tiempos de mucho egoísmo. Hay que pensar en nuestros hijos, en nuestros padres, en nuestra familia y hay que mantenernos encerrados. La actitud hace la diferencia”, indicó.
La especialista en cardiología recordó a Claudia como una de las pacientes más colaboradoras.
“Siempre puso todo su empeño en sanar y su actitud fue determinante. Seguía las indicaciones al pie de la letra y en cuanto se sintió mejor comenzó a ganarse el cariño del personal. Nos dejó el piso lleno de dibujos, dibujó a su gato, a nosotros y sus hijas”, narró.
Agregó que cuando recién ingresó, Claudia estaba tan grave que no se podía mover de la cama y, como ocurre con la mayoría de los pacientes, eso la deprimió y entonces la labor médica fue apoyar en esa parte, dado que se debe motivar a los pacientes para que luchen por su recuperación.
“Desde luego que el tratamiento médico es fundamental, pero la actitud también es determinante y creo que eso ayudó muchísimo a Claudia”, señaló la profesional de la salud.