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Cada 27 de septiembre, en el pueblo de San Miguel Tolimán, ubicado en la región semidesértica de Querétaro, entre Bernal y Peñamiller, más o menos a unos 80 kilómetros de la ciudad de Santiago de Querétaro, se realiza una de las fiestas más emblemáticas de la entidad: la elevación de un descomunal chimal, culminación de las celebraciones a su santo patrono, San Miguel Arcángel.
En la voz náhuatl, chimal significa escudo, es una ofrenda de 23 metros hecha de cucharillas de sotol y decorada con flores, frutos, pan y tortillas; es decir, con todo tipo de ofrendas, cada quien pone lo que le concierne. Por ejemplo, los niños le ponen dulces, los señores, mezcal y aguardiente, las señoras artículos que tienen que ver con sus actividades diarias.
Aunque criticada por algunos, por el gran consumo de alcohol por parte de algunos participantes, lo cierto es que esta es una de las tradiciones más enraizadas en el estado, momento de hermandad y de trabajo comunal.
Si bien, el “levantamiento” no es cosa de un día, les lleva un año la organización, no por nada memoria y costumbres del pueblo otomí-chichimeca fueron declaradas por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como Patrimonio Intangible de la Humanidad.
Color y misticismo, cultura y diversión convergen en el marco de un bello lugar que aún conserva el sabor de pueblo tradicional.
Para quien planea salir un fin de semana, San Miguel Tolimán es una opción, ahí, visitantes podrán encontrar variedad de actividades y opciones para conocer las raíces del Querétaro moderno.