La Dirección Estatal de Archivos desde el edificio ya cuenta y resguarda la historia queretana. Entre sus paredes se conservan documentos históricos, como los primeros ejemplares de La Sombra de Arteaga, o el acta de defunción de Maximiliano de Habsburgo, expedida un mes después del fusilamiento del emperador. Incluso, el mismo recinto sirvió de morgue al cadáver del malogrado europeo.

Norberto Rodríguez Carrasco, jefe de Sección de Acervos del Archivo Histórico, desde hace cuatro años, pero con 15 en la Dirección Estatal de Archivos, es el encargado de preservar el orden en los documentos que se resguardan. El hombre recuerda que comenzó en el Archivo General, hace tres lustros rodeado de historia trascendental no sólo para la entidad, sino para todo el país.

Norberto camina mientras conversa. Avanza de las oficinas de la dirección, en uno de los patios traseros del inmueble, hacia la sala de consulta, donde investigadores y público en general pueden tener acceso a los documentos históricos.

En el Archivo Histórico, señala, “se tienen una joyas muy interesantes. Cada documento, en sí mismo es único, por lo tanto tienen gran importancia histórica, desde el virreynato hasta nuestros días”.

Joyas desde 1570

Dentro del acervo, comenta, se tienen diversos fondos, uno de ellos el de Justicia, con el documento más antiguo con el que se cuenta, de 1570. A partir de 1587 se tiene el fondo Notarías, que lleva el registro de las propiedades y movimientos comerciales, como se hace hasta la fecha.

La sala de consulta está llena de imágenes históricas (algunas réplicas de las originales) como un mapa de la ciudad de Querétaro, cuando era de apenas unas cuantas cuadras, hasta la fotografía de Félix Fulgencio Palavicini, constitucionalista y fundador de EL UNIVERSAL.

“Básicamente el acervo se constituye de dos vertientes fundamentales: una que tiene que ver con lo gubernamental como tal. La otra, que estos fondos se han adquirido, o se han donado por algunas personas. Documentos particulares. Uno de ellos es un fondo muy solicitado y muy socorrido por algunos investigadores, que es el Fondo Federico Montes. Es un general que llegó a Querétaro en 1914. Le tocó la edición de la Constitución de 1917. Aparte en este inmueble donde lo tenemos bajo custodia fue directamente donde se firma la Constitución. Aquí era Palacio de Gobierno desde 1867, que se adquiere el inmueble, con el general José María Esquivel y hasta nuestros días custodiamos esos materiales”, abunda.

Explica que el mantenimiento de los documentos corre a cargo de la química Guadalupe Barrera, quien está a cargo del área de Conservación. Se hace un seguimiento de cómo se debe de manejar el material, además de que ella misma se dedica a sanitizar los materiales y de conservación.

Cuidado del acervo

El laboratorio de conservación contiene los aparatos especializados para tratar los materiales. En un aparato de cristal, con respiraderos en la parte baja se fumigan los documentos, para evitar la fauna que pudiera deteriorarlos. Además de una gama de químicos especiales, destinados a preservar tanto tintas como papeles.

Norberto explica, en ausencia de Guadalupe Barrera, que incluso se lleva a cabo un registro de las tintas, para hacer una especie de archivo de las mismas, con el propósito de conocer qué tintas se usaban en cada periodo.

Agrega que para acceder a los fondos se debe de hacer a través de una solicitud dirigida al director Jaime García Alcocer, para que se pueda acceder a esos materiales. La solicitud, comenta, debe de ser avalada por una institución, aunque también puede ser de un particular que quiera un grado académico o alguna consulta particular.

Investigadores y académicos son quienes más recurren a estos documentos, útiles para ellos para obtener un grado académico.

Para Norberto todos los documentos son importantes y únicos, pues se tienen desde mapas, archivos más recientes, como el caso de los documentos del pintor Julio Castillo. Éste último es un archivo muy particular, pues está conformado por cuadernos y libretas del artista plástico de su época estudiantil, con dibujos e ilustraciones con las cuales decoraba sus tareas. Algo único por la importancia del pintor y lo sui generis de los documentos.

Norberto dice que tuvo la fortuna de estudiar en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), en al ciudad de México, la licenciatura en Historia, y en Querétaro un posgrado en Historia, para tener más herramientas y estar más preparado para poder contextualizar los materiales.

Norberto muestra un mapa de la ciudad de Querétaro. Los nombres de las calles son distintos, y el tamaño de la ciudad también. La Alameda estaba en una orilla, y existía la calle del Purgatorio.

En el caso de las actas de defunción la tinta es muy tenue, por el paso de los años. Sin embargo aún se alcanza a leer el nombre del finado y las causas de la muerte: seis disparos, tres en el pecho y tres en el abdomen.

Caso carambada

Entre los documentos únicos que tiene el archivo se encuentra uno, de 1884, que informa de la aprehensión de Leonarda Martínez, “La Carambada”, junto a sus cómplices, “una banda de plagiarios venidos de Celaya (Guanajuato), para secuestrar a un hacendado local. El relato integro del arresto de “La Carambada”, quien fue herida en el enfrentamiento con las autoridades, consta incluso de telegramas.

Otro de los documentos únicos que se tienen y que registra las costumbres en el Querétaro del siglo XIX es un bando de policía de 1868, poco tiempo después de terminado el segundo imperio, a donde se dice que lunes, miércoles y viernes, de seis a siete de la mañana, se barrerán y regarán las calles, recogiendo la basura en medio de las mismas, para ser recogidas por los carros de la limpieza.

Asimismo, en este bando, se prohíbe sacudir en las calles alfombras, petates y ropa, así como arrojar agua por las puertas, ventanas y balcones, además de ocupar las calles con objetos que obstruyan el paso de los transeúntes.

De la misma manera, se prohíbe tener pocilgas dentro de la población que contengan más de cuatro cerdos. También no se permitía excretar u orinar en las calles, plazas o lugares públicos de la ciudad. Era otro Querétaro, que se puede conocer gracias al trabajo de hombres y mujeres que conservan estos documentos para las actuales y futuras generaciones.

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