Aún tembloroso por los nervios experimentados durante casi 100 angustiantes minutos, Guillermo Vázquez se despojó del rostro de piedra en cuanto escuchó el silbatazo final del silbante Roberto García. Su efusiva celebración resultó inmejorable muestra de lo padecido por el líder en la serie con el Veracruz.

Victoria apretada (1-0, 1-1 global) que instaló a los Pumas en semifinales por primera vez en cuatro años y medio. Lo hicieron con orden, temple, fortuna y hasta un empujón del cuerpo arbitral.

Eso explicó la cólera de Carlos Reinoso y el desazón irradiado por sus jugadores. Casi todos se tendieron en el hirviente césped del estadio Olímpico Universitario, mientras lágrimas de sangre les recorrían las mejillas.

El apenas perceptible fuera de juego de Fidel Martínez en el tanto que marcó diferencia (8’), así como los innumerables yerros de los jueces les rompieron el corazón.

Los de sangre auriazul tampoco la pasaron bien. Cuando el ‘Neymar Ecuatoriano’ empujó aquel servicio de Ismael Sosa, imaginaron otra plácida tarde en Ciudad Universitaria. Se equivocaron. Los siete minutos agregados por García fueron dramáticos, típicos de una Liguilla... Y los problemas que el puntero suele pasar ante el último clasificado. Momentos que hacían pensar en la “maldición del superlíder”, que a fin de cuentas no llegó.

“Fue sufrido... Eso no lo podemos esconder. No puedo decir mucho”, reconoció Vázquez, director técnico felino. “Los dos equipos intentaron y fue un partido con equivocaciones, aciertos, todo, y lo importante es que nuestro conjunto supo mantener el cero atrás; eso fue fundamental para sacar el juego”.

No sin antes hurtarle el alma a los poco más de 40 mil espectadores que presenciaron el segundo capítulo de una serie con mucho más dramatismo y patadas que futbol.

Porque, además de no señalar un penalti en favor de cada equipo, el juez central no mostró el cartón carmesí a Alan Zamora, Gabriel Peñalba y hasta Darío Verón, quienes cometieron agresiones.

Trabado encuentro que tuvo su clímax con el tanto de Martínez. A final de cuentas, la ventaja obtenida por los Tiburones Rojos en el puerto jarocho fue diminuta, sobre todo porque debían visitar un inmueble en el que ya suman 500 minutos sin marcar goles.

Su gran fase regular tiene a los Pumas en la antesala de la final, aunque su entrenador admite que “siempre está en riesgo [el boleto], porque el partido fue muy cerrado. Ellos también tuvieron oportunidades claras de gol y, si nos hacían uno, estábamos obligados a meter dos o más... Sí estaba el juego en el filo de la navaja...”.

Por lo que celebró con todo.

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