TOLUCA.— Algo le tuvo que pasar a Javier Cortés, que ya se acordó de sí mismo y de su estrella. Ese reencuentro con su mejor futbol y los goles le ha dado el poder de resurrección a los Pumas.

De la nada se inventó un gol con su picardía y la entrega que había perdido en tiempos recientes. Una jugada, entre rebotes que gestó con su habilidad para encontrar las redes del subcampeón Toluca. Su festejo reconfortó a Antonio Torres Servín y a la afición auriazul, porque pudieron celebrar la primera victoria felina (1-0) del Clausura 2013.

La brillante luz del canterano de Universidad estaba diluida en la tenue mediocridad y el acomodo. Alguna vez tuvo los reflectores encima. Alguna vez fue el “cachorro” de los golazos, el del tanto que valió el último título de su equipo o el joven que fue a Londres 2012 a colgarse una medalla de oro. Después, se perdió.

Sólo él sabía las razones de su baja de ritmo. En la cancha, ya se notaba sin chispa, sin ánimo de demostrar su calidad. Incluso, cuando quería recuperar su juego, no podía. Este torneo le ha servido para revivir su carrera y buscar convertirse en el ídolo de los Pumas que su rápido ascenso prometía.

Está en la mejor racha goleadora de su carrera en Liga (tres tantos en tres juegos). Su festejo alegre, vigoroso, como los de antaño han recuperado su sonrisa. El elixir del gol lo ha rejuvenecido y hecho recobrar que es un futbolista que pinta más que para sólo ser un promesa.

La actuación del chico Javier partió de un experimento de su técnico. Torres Servín le dio el poder de mover los hilos de Universidad. Al quedarse en la banca Jehu Chiapas e improvisar a Efraín Velarde como volante por izquierda y Emilio Orrantia por derecha, Cortés quedó como el hombre más cercano al punta, Eduardo Herrera.

El estratega auriazul le ganó de principio a fin la partida a su maestro Enrique Meza. Toluca, el subcampeón del futbol mexicano, jamás pudo generar llegadas de peligro en el marco de Alejandro Palacios. Pumas nunca perdió el orden, estuvo a gusto en el Nemesio Díez.

Ahí, en ese sistema estuvo Cortés siempre combativo. Iba, venía, trataba de generar y de recuperar el esférico. Impetuoso, fuerte, y habilidoso. Pedía el balón para hacerse cargo de su escuadra, a veces tiraba de media distancia, porque sabía que su suerte y talento han regresado.

Le dio tiempo también de discutir con el silbante, Marco Antonio Rodríguez, por una mano que según el elemento auriazul no cometió. Buscaba al Chispa como cómplice para complementarse y hacerle daño a unos Diablos que extrañaron a Sinha en demasía.

Y justo en una jugada de asociación con Velarde, Cortés se encontró consigo mismo. Un rebote lo tomó, se fue quitando rivales, desnudó el área toluqueña y cuando quedó solo frente a la portería cruzó al lado izquierdo de Talavera. Gol de Universidad. El chico de los golazos está de vuelta.

Respiran Jorge Borja Navarrete, presidente de los Pumas, Alberto García Aspe, vicepresidente deportivo, y el técnico Torres Servín, porque llegó su primer triunfo del torneo.

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