Partieron hace tres semanas a la Copa Oro, con las maletas llenas de ilusión por hacerse de un lugar en el Tri mayor. Y fracasaron.

Ahora, ni los niños creen en Juan Carlos Osorio. Apenas un puñado de aficionados montaron guardia a la espera de un autógrafo, mas no todos con el mismo sentimiento. Cinco infantes y dos adultos esperaban a los futbolistas con improvisados mensajes de “fuera Osorio” pintados en sus playeras y en hojas de un cuaderno escolar.

El regreso del seleccionado B fue una cacería de caras largas. Elías Hernández, de los primeros en aparecer, buscaba con el silencio darle vuelta a la vergüenza. Edson Álvarez, jugador del América, fue frío con los micrófonos: “No puedo hablar”, se limitó a decir, mientras otros seleccionados tomaban caminos distintos para escapar.

Juan Carlos Osorio aprovechó que Guillermo Cantú hablaba con los prensa para desaparecer. “El objetivo es uno, ir al Mundial. A Osorio lo veo bien, claro con el disgusto que trae de una derrota, pero el proceso de aprendizaje está”, dijo el secretario general en su ya conocida demagogia.

Así escaparon, sin darle la cara ni a los pequeños niños que gustan del futbol y consumen sus playeras. El Tri regresó a casa entre reclamos, sin aplausos ni alientos. Huyeron de su realidad de equipo alterno, de un torneo donde perdieron más de lo que podían ganar.

Sólo Raúl López y su infinita paciencia accede a hablar con los medios. “La afición está en su derecho de decir lo que quiera, criticar a jugadores y al cuerpo técnico. No conseguimos el objetivo, lo que teníamos en mente, así que tienen toda la justificación para decir lo que sienten”.

El Dedos evita engancharse, lo de las rotaciones: “es cosa del cuerpo técnico”, pero eso sí, apoya a su entrenador, “hay que respaldarlo, falta poco para el Mundial”, dice y se va, sin voltear la mirada y sin firmar playeras verdes.

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