“¡¿Dónde está la pantalla?!, ¡¿dónde la pusieron?!”, dijo José Luis Salas, un hombre de aproximadamente 60 años, que llegó corriendo a la explanada del Monumento a la Revolución.

Agitado y desconcertado, el señor observó que lo único que había era una tapete verde que simulaba una minicancha de futbol, una antena de televisión y diversos objetos indistinguibles. Efectivamente, no había pantalla para ver el partido entre la Selección Mexicana y Brasil.

Enojado, el señor José Luis aumentó la velocidad de sus pasos y se encaminó al metro para dirigirse al Zócalo capitalino. El traslado duró aproximadamente 15 minutos, no había mucha gente en las calles, y las instalaciones del Metro, así como los vagones, casi estaban vacíos. En cuanto llegó a su destino corrió hacia la salida más próxima, desembocó en la mera plancha del Zócalo, donde ya lo esperaban un sinnúmero de personas que atentas, veían el partido en las pantallas gigantes.

A pesar de la nubosidad, las personas utilizaron paraguas para protegerse del sol, había quienes se taparon con sus playeras.

El calor no fue impedimento para que los asistentes disfrutaran de una tarde de futbol, al contrario, cada vez que el equipo mexicano se acercaba a la portería contraria, gritaban con intensidad, emocionados con las aproximaciones del Tri o los lances de Guillermo Ochoa, el portero que salvó al Tri.

Así transcurrieron 90 minutos. A pesar de que México y Brasil finalizaron en empate a cero, la afición mexicana festejó como si se hubiese tratado de un triunfo.

Es así que, en cuanto finalizó el encuentro, los aficionados tomaron las calles del Centro Histórico y se dirigieron hacia el Ángel de la Independencia, punto de reunión.

Cerca de las 15:30 horas, el grupo de aproximadamente 300 aficionados tomó la avenida Juárez, los automóviles hicieron sonar sus cláxones a manera de festejo.

A las 17:00 horas, el Paseo de la Reforma lucía vacío de automóviles, pero casi lleno de fanáticos, quienes posteriormente dieron una vuelta alrededor de la glorieta del Ángel de la Independencia al grito de “¡Ochoa, Ochoa, Ochoa!”, en referencia al portero de la Selección Mexicana, quien fuera la figura del partido y que ha mantenido en cero su puerta en el Mundial.

Los aficionados dieron diversas vueltas a la glorieta del Ángel de la Independencia, mientras que policía resguardó el lugar.

De hecho, elementos del Agrupamiento de Granaderos de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal esperaron a que disminuyera el flujo de fanáticos para retirar a cientos de ellos, quienes continuaban en los alrededores del lugar, alegres, con playeras de la Selección, banderas y otros distintivos alusivos al certamen.

Gracias a la intervención de los uniformados, poco a poco lograron reducir el flujo de personas sobre Paseo de la Reforma, a través de dos barreras humanas, lo que generó enfado entre quienes se negaban a concluir los festejos, por lo que tuvieron que ser replegados. Aún así, ya entrada la noche había cerca de 400 fanáticos en las inmediaciones, decididos a que siga la fiesta tricolor.

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