Camina pausadamente rumbo al vestuario azulcrema en Coapa. Es como si Miguel Herrera quisiera detener el tiempo.

Ha dirigido su última práctica con el América. Desde mañana será el estratega nacional, logro que no disminuye la nostalgia que le atrapa.

Se va al banquillo más importante del futbol mexicano... Con la alegría de haber cumplido, más allá de lo que suceda hoy en el Estadio Azteca.

“Con los números, me parece que estoy entregando buenas cuentas”, presume El Piojo. “Serían extraordinarias si cierro con el bicampeonato. Queremos que sea así”.

Asumió la dirección técnica de las Águilas hace poco más de dos años. Le entregaron un plantel completamente transferible y a una franquicia en los últimos sitios de la tabla porcentual. La devolverá protagonista, en la cúspide o, al menos, como subcampeona.

“No vine a callar bocas, sino a entregar las cuentas que estoy dándole a la directiva. Quiero ver qué extranjero viene y se juega el contrato a seis meses”, desafía, serio. “Les dije [a los directivos] que, si en ese tiempo no les agrado y el equipo no funciona, me iría sin decir que voy a cobrar”.

“Venía a quedarme mucho tiempo y lo único que me sacaría de acá es la Selección. Afortunadamente, se ha cumplido”.

Al igual que la misión de regresarle a los azulcrema el prestigio que extraviaron después de perder la final de la Copa Sudamericana 2007, ante el Arsenal argentino.

“Es mi pensamiento y así soy: un tipo muy frontal, que quiere el éxito, lo cual trato de transmitir a los muchachos para que ellos, con el suyo, me arrastren”, comparte, orgulloso. “Vine a desarrollar una idea de juego y los muchachos aceptaron”.

“Hoy, en números, no hay un equipo mejor que América. De dos años para acá, es el que más gana, menos pierde, más goles hace, menos recibe, más puntos tiene...”.

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