PACHUCA.— Voz desgarrada, ojos desorbitados, manos temblorosas... Pero una enorme sonrisa. A Pablo Marini le quedaba poca energía cuando escuchó el silbatazo final del árbitro Luis Enrique Santander. Detalle menor. Lo relevante es que sus Potros recargaron baterías.

Valioso triunfo del Atlante (1-0) sobre el Pachuca, bueno para mantener la ilusión de continuar en la Primera División y presionar al Veracruz, nuevo objetivo de un equipo ya acostumbrado a caminar al borde del abismo.

Lo que explicó la tensión del estratega argentino. Los instantes finales resultaron masoquismo, cortesía de Gael Acosta y Roberto Gutiérrez, quienes erraron aquella clara opción ante el marco de Óscar Pérez.

El Atlante pudo evitarse el sufrimiento del ocaso. El problema es que se ha vuelto adicto al drama.

Quedó demostrado con los cientos de aficionados que le acompañaron en las gradas del estadio Hidalgo. Experimentaron delirio con el gol de Gutiérrez (25’) y pavor cada que Éder Patiño se empleaba a fondo para evitar la igualada de los Tuzos.

Más racismo

Cada que Walter Ayoví tocó el balón, los seguidores atlantistas emitieron sonidos parecidos a los que hace un simio.

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