Risas, diversión y futbol. Fue como volver a ser niños, para los ídolos amarillos, y como jugar a ser futbolistas profesionales, para los humildes chiquillos campeones en el basquetbol.

Duelo de monarcas, mezclados, quienes convivieron en una emotiva cascarita. Los niños triquis visitaron a las Águilas y terminaron en una armónica celebración, como si se tratara de un emblemático duelo entre padres e hijos.

“Resultó motivante ver a esos chavitos, con los pocos recursos que tienen, conseguir cosas importantes. Estuvieron adentro, jugando una cascarita con los muchachos, es algo que nos deja una enseñanza. A lo mejor no se dan cuenta del logro para un país. Eso habla de que en México hay gente que quiere superarse”, dijo el director técnico del América, Miguel Herrera, quien la hizo de árbitro en el enfrentamiento entre niños y grandes.

Ellos, con sus caritas inocentes, pusieron el ejemplo de cómo recobrar la ilusión de jugar por diversión. Algo que, quizá, no figura en los planes de los dueños de América y León, en la gran final del futbol mexicano. Tanto así que el morbo de verlos frente a frente implica un ingrediente más de ese divorcio que ha crecido con el curso del tiempo.

Aunque, en esa óptica, Herrera Aguirre no le entró a la crítica y muy político, se desmarcó del tema con un discurso disfrazado.

“No, esa es una instancia que es a otros niveles. Por más que lo digamos, nuestra mentalidad no llega a sus niveles”, opinó El Piojo, resuelto a no intervenir. “Nosotros representamos a las instituciones que ellos tienen, esto es algo deportivo, y nuestra imaginación no alcanza a ver los niveles de poder que tienen estas dos personas [en clara alusión a los empresarios Emilio Azcárraga Jean y Carlos Slim]”.

Ayer hubo tiempo para pasar el tiempo y correr, entretenidos, por el césped principal de las instalaciones del Club América. A partir de hoy, los millonetas tendrán que concentrar todas las pilas en busca del bicampeonato prometido.

“La obsesión por ser campeón debe existir siempre”, reconoció El Piojo. “Siempre debes querer alcanzar ese logro y más cuando estás en esta instancia. Arrancas un torneo pensando en llegar aquí, eres superlíder pese a toda la distracción que hubo al final y ahora estamos aquí, defendiendo el título donde debe ser, en la gran final”.

Miguel ya se vio, otra vez, con el anhelado trofeo entre sus manos. Como salido de un mágico y calenturiento sueño, las Águilas tienen otra corona al alcance, luego de “salvar” a México de quedarse al margen de una Copa del Mundo.

Por eso, tal vez, los reporteros vislumbran más meritorio el bicampeonato azulcrema, si se da, que el conquistado por Pumas en 2004, único en la historia de los torneos cortos. “Primero hay que conseguirlo para estar iguales”, aportó Herrera. “Pero no me gusta comparar los campeonatos. Si no lo ganas, fuiste el subcampeón y nada más. Si lo consigues, eres el campeón y al final no hay más que eso”.

Aún así, terminó por comparar la conquista auriazul con la de ellos y recordó que los felinos, en el segundo torneo, “entraron de rebote” —en la octava posición— y, aún así, “ninguno será más importante que otro”, resumió El Piojo, contento de firmar y firmar autógrafos.

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