ABU DHABI.— Ingresó desesperado al campo del estadio Mohammed Bin Zayed. Más allá de sufrir por caer en la final del Mundial Sub-17 (0-3), Raúl Gutiérrez buscaba a Érick Aguirre, ese chico que rompió en llanto tras la tercera anotación nigeriana.

El Potro también experimentó dolor, pero fue apenas perceptible junto a la satisfacción que le provocaron sus guerreros.

No hubo tricampeonato infantil. Tampoco motivos para sentir vergüenza. Eso explicó que el estratega solicitara al lateral derecho levantar la cara.

El volante Christian Tovar y el defensa Pedro Terán también lloraron. Raúl los reconfortó.

“Nigeria es un gran equipo, un gran campeón”, sentenció el hombre que se quedó a 90 minutos de lograr un histórico bicampeonato. “México trató de hacer las cosas”.

“Queda el orgullo de esta final, me quedo con el orgullo que tiene el equipo mexicano, el carácter... Todo lo que empujaron para llegar aquí”.

Y hacer frente a unas Águilas Verdes que presumieron el músculo desde su presentación... Justo frente al rival con el que se toparon en el juego por el título.

Los chicos de Gutiérrez demostraron que el 1-6 del 19 de octubre fue archivado en el baúl del olvido. Recuerdo que ni siquiera se liberó cuando volvieron a cruzar miradas con esos titanes de ébano que se llevaron todo el botín de Emiratos Árabes Unidos.

Sólo Suecia logró arrebatarles un empate (3-3). Fue en la ronda grupal. Lo demás, un monólogo verdiblanco, con el atacante Kelechi Iheanacho como figura.

Le hizo cuatro goles al Tricolor en su primer juego. Ayer necesitó de Raúl Gudiño para anotar.

Convertido en la figura mexicana hasta la final, el meta del Guadalajara rechazó mal aquel disparo de Musa Muhammed. Lo dejó a merced de la estrella nigeriana, quien no falló (56’).

Volvió a perderse la confianza que medianamente se recuperó después del mazazo que significó el autogol de Aguirre (9’).

Por eso Érick se derrumbó cuando Muhammed (81’) creó la obra de arte que hizo trámite a los minutos finales. Se sentía culpable. La realidad es que estaba desarmado en ese contragolpe.

Una de las misiones tricolores era pegar primero. El Potro agregó a ocho hombres en un saque de esquina. El problema es que Ulises Rivas no lo ejecutó bien.

Cuando el arquero Dele Alampasu inició la ráfaga, la Selección Mexicana estaba desprotegida.

En unos segundos, Aguirre debía resolver un galimatías. Se quedó muy cerca de hacerlo, pero el destino se encaprichó en hacerlo villano. Su desviada representó el inicio de la fiesta nigeriana, pese al ímpetu de un equipo inferior al hoy campeón, mas sobrado de espíritu combativo.

Virtud que le permitió resistir el huracán que le azotó durante los últimos 10 minutos del primer tiempo, esos en los que Nigeria coqueteó con el 2-0.

“Me voy feliz por esa parte del orgullo, de tener tipos que se entregaron”, insistió Gutiérrez. “Pese a las circunstancias, lucharon, dejaron todo en la cancha”.

Hasta pusieron en aprietos al portero africano, cuyas atajadas hicieron diferencia.

Pese a que las Águilas Verdes marcaron la pauta, el contrincante las puso nerviosas. Pero se trataba de la velada nigeriana. Quedó claro con aquel cabezazo de Iván Ochoa que congeló a miles de corazones.

El volante del Pachuca apareció sin marca. Remató el preciso servicio de Aguirre. El balón se fue lejos de la portería.

Último signo de vida por parte de un combinado que murió de pie. Nigeria reina en la categoría por cuarta ocasión. Nadie tiene más títulos. La Selección Mexicana probó la amargura de caer en la batalla final, pero su entrenador sabe que hay motivos para enorgullecerse. Por eso, secó las lágrimas de Aguirre.

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