Las fotos de esta magnífica exposición podrían remitir, desde un criterio muy superficial, a la fotografía de moda y publicidad de los 90’s, cercano a las incursiones Pop-Art de LaChapelle, sólo que aquí no aparece 2pac o Madonna, sino el Don de la tiendita de la esquina, la señora de la papelería, el maestro relojero y su aprendiz, el marchante de las flores, y un sinnúmero de personajes que viven y trabajan aquí, en Querétaro.

Personajes que forman parte de la vida cotidiana de nuestra ciudad, que en nuestros andares por las calles y en las visitas a esta gran diversidad de pequeños negocios denominados popularmente como changarros, podrían parecer los mismos de todos los días, y lo son para nuestra mirada rutinaria.

Y es justo aquí donde entra Rubén Mejía, con una mirada especial, con un profundo interés, no sólo por la perfección de la técnica fotográfica y la conceptualización teórica/estética de un proyecto, sino por las propias personas, por sus espacios, por el papel que juegan en la comunidad de la que son parte, por el hito que marca su negocio.

Este proyecto refleja, desde una mirada no sólo artística, sino social, las ganas de demostrarle a los propios dueños de los changarros, la importancia de lo que hacen, de proyectar hasta lugares inimaginables el rol que juegan en la vida cotidiana de muchas personas.

Los dependientes y sus clientes se volvieron parte de una historia increíblemente elaborada. Los sacaron de su rutina, para devolverlos a ella, recargados, re-contextualizados y con una visión diferente de ellos mismos, les dieron la posibilidad de revalorar lo que hacen, de entender la importancia del papel que juegan, no sólo en la economía, sino en la identidad de un pueblo.

Google News

TEMAS RELACIONADOS