Citlalli del Río apretaba los labios para contener el llanto, los ojos se le inundaban ante la conmovedora escena: más de 300 personas aplaudían de pie a su padre y gritaban consignas como “¡Rius, valiente, aquí está tu gente!”, “¡que viva Rius!”, “¡que viva!”.

A Eduardo del Río, Rius, no le gustaban los homenajes, pero dio permiso a su esposa y a su hija para que al morir le organizaran uno y nada más. Y ahí estaban ellas con las cenizas del caricaturista frente a las personas que colapsaron la terraza del Museo del Estanquillo pidiendo dos cosas: seguir leyéndolo y no estar tristes.

Citlalli, hija del caricaturista que falleció el pasado martes, tomó el micrófono, sonriente. “Él rechazó todo tipo de homenajes, pero nos dio permiso para hacer uno cuando muriera y nos dijo que el mejor homenaje que podíamos hacer era leer sus libros, tenía razón. Esto es como decirle adiós, pero no debemos verlo así porque dejó un gran legado, hizo un gran trabajo y fue maestro para muchos. ¿Qué hacemos ahora con todo lo que nos dejó?, ¿qué hacemos con todo lo que él nos dijo que era importante? Espero que sus ideas no se queden sólo en el libro, sino que nosotros hagamos algo con lo que nos dijo. Gracias, gracias, gracias por quererlo mucho y por apoyarnos tanto. Y no se pongan tristes porque él no lo hubiera querido, él nos dijo que debíamos tomar las cosas con humor”.

Tras unas breves palabras de Eduardo Vázquez, secretario de Cultura de la Ciudad de México, y de Lidia Camacho, directora del INBA — quienes destacaron la relevancia del monero en la historia de la caricatura mexicana—, Rafael Barajas, El Fisgón, Arturo Dávila, Kemch, Rafael Pineda, Rapé, y el editor Ariel Rosales compartieron sus anécdotas al lado del caricaturista.

El Fisgón leyó un texto en el que resaltó el ateísmo de Rius. “El colmo de un ateo es irse al cielo. Eduardo del Río se ganó su entrada al paraíso, pero no aspiraba a ir porque, entre otras cosas, nunca tuvo buenas relaciones con Dios”, dijo.

Añadió que Rius enseñó a sus lectores que los mexicanos nos reímos cuando nos duele y nos dolemos cuando reímos. “Hoy, en este día de duelo, puedo decir que a cada rato me saltan recuerdos de él y me dan al mismo tiempo alegría y dolor. En este día de luto les puedo decir que sólo me duele cuando me Rius”.

Por su parte, Rapé aseguró que Rius le cambió la vida. “Yo quería ser ingeniero en electrónica, pero cuando conocí el trabajo de Rius, me cambió la vida, si no hubiera sido por él, me habría dedicado a otra cosa. Gracias a él creo que soy menos güey”.

Mientras que Kemchs recordó que dos libros serán publicados próximamente, uno sobre Fidel Castro y otro sobre Dios.

Tras el conversatorio, el público ofreció otro prolongado aplauso de pie y gritó más consignas.

Desde las 15 horas de ayer, las cenizas del caricaturista permanecieron en el recinto para que sus admiradores acudieran a despedirse del caricaturista nacido en Michoacán, y fueron retiradas a las 20 horas.

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