La violencia es el arma por excelencia del patriarcado. Ni la religión, educación, leyes, costumbres, o algún otro mecanismo habría conseguido la sumisión histórica de las mujeres si no se hubiese reforzado por la violencia. Al igual que otras ideologías dominantes, como el racismo o el colonialismo, la sociedad patriarcal ejercería un control insuficiente de no contar con la fuerza.

La violencia ejercida contra las mujeres por el simple hecho de ser “violencia de género”, es instrumental, que busca controlarlas. Es la máxima expresión del poder que tienen o pretenden mantener los varones sobre ellas. No es una problemática nueva, por el contrario, ha sido una realidad histórica desde que los seres humanos se posaron sobre la faz de la Tierra, primero relegadas en cavernas al cuidado y reproducción de la especie, después convirtiéndose en lo que el hombre quería que fuera: esposa, amante, sirvienta, objeto de lujo, muñeca de explotación o madre.

La violencia de género ha revestido muchas formas de maltrato y sometimiento. Tal pareciera que no podemos vivir en una sociedad igualitaria, justa y libre de violencia. Siempre se ha buscado cómo dañar al prójimo —en especial a las mujeres—. Hoy con las nuevas tecnologías, que debieran servir para informar, comunicar y conectar a la sociedad; por desgracia las mentes ociosas, pervertidas y frustradas han vilipendiado a las mujeres. En Querétaro nadie ha señalado, —quizá por pena o por miedo a ser juzgadas o juzgados—, la reciente exposición de la intimidad de muchas jóvenes en las redes sociales.

Nos sentimos desprotegidas: los criminales que manejan los perfiles encontrados en Facebook u otras redes, lo hacen cobardemente en el anonimato o en grupos privados. Por ende, al acudir a denunciar, encontramos el gran problema de que no hay a quién denunciar. Además, la respuesta de la sociedad es indiferente y morbosa al juzgar a las víctimas, señalándolas como sí alguno o alguna tuviera la calidad moral para hacerlo. Pueden conocer la cara y el cuerpo de ellas, pero no conocen la historia por la cual su intimidad se encuentra expuesta. Todas las historias son distintas, algunas lo hicieron por amor, por confiar en quienes amaban, por diversión, por gusto, etcétera. Cual haya sido el motivo, todas coinciden: ninguna dio la autorización para que se hiciera pública su intimidad.

Esta exposición daña no sólo la imagen sino la psicología, la salud y la vida de las víctimas. Por lo regular son discriminadas y vilipendiadas en trabajos, en centros educativos y en todos los ámbitos de su vida social. Vivimos en un patriarcado con doble moral, donde se señala de manera cruel a las mujeres que ejercen su derecho a una vida sexual plena mas se celebra y ve normal que un hombre “queme a una o varias” con las que tuvo cortejo o intimidad.

Es urgente que se legisle en materia cibernética, y se inicien campañas de prevención enfocadas a jóvenes de secundaria y preparatoria, para generar conciencia sobre lo que se publica y difunde en las principales redes sociales. La ciudadanía puede contribuir en la erradicación de la violencia, con acciones sencillas como eliminar y reportar perfiles, publicaciones o etiquetas con imágenes íntimas de cualquier persona y eliminar de nuestros “amigos” a quienes formen parte de estas acciones: quien ve la violencia y no hace nada se convierte en cómplice.

Si fuiste víctima, comparte tu caso con amigas y otras jóvenes. No permitas que las agresiones y las críticas lleguen a tu corazón. Eres dueña de tu cuerpo entero, baila, sueña y ríe, pero no dejes de amarte primero.

Oradora Nacional. Premio Estatalde la Juventud Querétaro 2013.

@MadalyrmDavila

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