Ultimamente me he planteado un par de preguntas en torno a la manera que, en una gran parte de la sociedad que formamos todos los ciudadanos de un país como el nuestro, se ha ido perdiendo civilidad, tolerancia, sensatez y cordura, además de aquella armonía y tranquilidad que antaño fue muy superior a los riesgos y peligros que había entonces. ¿En qué momento nos perdimos?, ¿Acaso habrá alguna oportunidad real de recuperar esa parte fundamental de la calidad de vida? No lo sé a ciencia cierta, pero manteniendo un optimismo que raya en la necedad, deseo que puedan venir tiempos mejores en algún momento que no llegue a ser tan lejano.

Creo que, a manera de explicación, este contexto tiene mucho que ver con un cúmulo de daños que hemos acusado en una época en la que por múltiples razones se da más valor al propósito de tener y acumular bienes materiales; a un sinfín de ideas en torno a otro tanto de temas que propician segregación y nos pulveriza como comunidad; a la violencia que nos consume y desgarra el tejido social. Hay sin duda muchas causas más, pero una en particular afecta a las personas de manera individual y colectiva, en especial cuando logran ascender y se olvidan de cómo llegaron ahí.

Hace muchos años, leí en la novela de la escritora española Maruja Torres, la descripción de la soberbia, como parte de la condición humana y la define de la siguiente manera, cito: “Es inexplicable la facilidad con que nos desprendemos de personas y afectos cuya influencia impidió que nos convirtiéramos en parias. Basta con creer que nos estorban, y eso ocurre cuando confundimos la fuerza que poseemos gracias al amor por los demás con una conquista personal que realizamos por nuestros propios méritos. La soberbia cercena vínculos con mayor crueldad que el odio, porque éste, para existir, necesita nutrirse del contacto con su objeto. El soberbio no precisa de nadie”, fin de la cita.

Sin lugar a dudas, el éxito y el poder llevan consigo una alta dosis de olvido, con los consecuentes daños para los demás, y esto ocurre desde el origen de la humanidad  y a lo largo del tiempo que llevamos en este planeta, el que también ha sufrido daños por lo mismo.

Pareciera que cada nueva generación con facilidad desestima la experiencia de otras y da rienda suelta a sus ideas en su propio tiempo para cometer errores una y otra vez. Hoy, con esa enorme diversidad de ideologías, propósitos y despropósitos que rigen en nuestro tiempo, los riesgos de polarización y enfrentamiento son mayores y deberá llegar el momento de recapacitar, de hacer una nueva tregua para lograr restablecer tantos vínculos que se siguen rompiendo con extrema facilidad.

Nos necesitamos entre los seres humanos, en especial entre quienes mantienen conciencia de la importancia de que lo que hagamos entre todos, debe beneficiar cada vez a más personas. La desigualdad se combate con acciones en las que se reconoce la importancia y el valor de los papeles que absolutamente cada uno desempeña, desde lo más simple hasta lo más complejo. Las condiciones deben permitir restablecer los valores entre las personas y las comunidad de la que formamos parte para que hon- remos la oportunidad de ser valiosos e importantes para nosotros y para los demás, a lo ancho y redondo del mundo y de este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProal

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