Ha llegado el momento en que muchas decisiones deben pasar por un importante tamiz: una visión territorial del desarrollo.

Si queremos hacer las cosas bien, debemos incorporar la variable geográfica a las decisiones de inversión y desarrollo.

¿Qué quiere decir esto? Algo simple. Reconocer que los proyectos deben forzosamente considerar las caracteristicas del territorio y población donde van a ejecutarse.

Parece obvio pero, por no hacerlo, surgieron conflictos como Tepoztlán, Atenco, La Parota o los generadores eólicos en Oaxaca.

Por no tomar en cuenta la variable territorial y poblacional no hemos detenido la inercia histórica de nuestros asentamientos humanos.

Hemos heredado la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, una de las mayores concentraciones del mundo, al mismo tiempo que una enorme dispersión, de 160 mil poblados con menos de 250 habitantes.

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador buscará precisamente que se incorpore la visión territorial del desarrollo a las decisiones de gobierno. Planear el desarrollo del país para estar en condiciones de dar servicios públicos, como el agua, seguridad, conectividad, deporte, comunicaciones, educación, salud, música, empleo y sustentabilidad ambiental a los mexicanos implica una nueva visión gobierno.

Uno de los mejores ejemplos de planeación territorial en el mundo es Japón. Ellos decidieron tener la mayor superficie de su territorio (70 por ciento) cubierta por bosques y no la sacrifican por el crecimiento urbano.

Por ello, diseñar con cuidado, tiempo y gradualismo, una descentralización administrativa, va a fortalecer la economía de los estados de nuestro país y al Pacto Federal.

Recordemos. Uno de los primeros esfuerzos de descentralización fue “La Marcha al Mar” de Adolfo Ruiz Cortines, para poblar nuestras zonas costeras.

En los años 70, se crearon polos de desarrollo tan importantes como Ixtapa y Cancún, en donde no había población alguna. Hoy la Riviera Maya muestra su impresionante resultado. Pedro Ramírez Vázquez impulsó el “Programa de Estímulos para la Desconcentración Territorial de las Actividades Industriales”.

En los 90, destacan el traslado del Inegi a Aguacalientes. Igualmente, buscando mejores condiciones de vida para sus trabajadores, se desconcentró FIRA a Morelia, Michoacán.

En ese marco es que el virtual Presidente electo decidió trasladar ordenadamente las sedes de las dependencias federales para dar mayor equilibrio al desarrollo regional, territorial y poblacional de México.

En mi caso, decidió que la sede de la Secretaría de Educación Pública sea Puebla, porque es la entrada al sur, sureste, prioridad de la nueva equidad educativa que va a impulsar. Al ser una tarea delicada, decidí primero llegar a Puebla para analizar directamente con expertos y autoridades poblanas, las mejores alternativas de espacios, inmuebles, vialidades, servicios e impactos para programar los flujos que podrán darse a lo largo del sexenio.

No concibo un programa de descentralización a Puebla, elaborado desde la Ciudad de México. Lo haré desde Puebla, con los poblanos y entre los poblanos porque merecen, junto con los trabajadores de la SEP, ser los primeros consultados.

El primer resultado será un plan y un presupuesto, antes de 2020, para iniciar una gradual descentralización que beneficie a la educación pública nacional, a la vida cotidiana de los poblanos y a los trabajadores que se muden. Será un ganar-ganar.

Antonio Machado decía: “caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Se avecinan años de intenso trabajo y de construir andando. ¡Lo mejor está por venir!

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