1) Le cae de perlas al gobierno de Enrique Peña Nieto la tercera captura del Chapo Guzmán. Ya necesitaba algún éxito para compensar la mala imagen que sin duda ha acumulado en el último año y pico. Le será de gran utilidad mediática e internacional, y probablemente la popularidad presidencial mejorará en cierta medida.

2) Más que oportuna fue también esta recaptura, después del duro golpe emitido por el editorial estadounidense New York Times, que le criticaba a Peña, entre otras cosas, la fuga del Chapo. Pero la crítica se refería menos al hecho de que El Chapo no había sido recapturado, y más a que se haya escapado en las condiciones en las que lo hizo, y que no hubiera una investigación completa sobre los responsables de esa fuga. Los hasta ahora procesados seguramente no son ni la mitad —ni en número ni jerarquía— de quienes desde dentro y afuera del penal fueron comprados para facilitar el “gran escape”. La recaptura del Chapo en nada cambia la putrefacción institucional del país. Sí, es verdad que el gobierno mexicano ha mostrado cierta eficiencia en la captura de capos del crimen, pero es incapaz de retenerlos en prisión. Quizá ello se deba a que en la primera actividad hay cooperación entre México, Estados Unidos y otros tantos países más, mientras que la segunda es exclusiva responsabilidad mexicana (y entonces ahí es donde las cosas dejan de funcionar).

3) Difícilmente se podrá eludir en esta ocasión la extradición del Chapo, para infortunio suyo. Planear una nueva fuga allá le sería casi imposible. Aunque no podemos negar que también en ese país hay corrupción, se percibe un poco más difícil comprar a medio mundo dentro y fuera de los penales —pese a contar con todo el dinero del mundo—, a diferencia de lo que ocurre aquí. No hay pues argumentos para intentar retener al Chapo en el país. Los esgrimidos durante su segunda captura demostraron ser fantasía pura. Pero incluso conviene más al gobierno de Peña extraditarlo y así lavarse las manos de lo que pueda ocurrir en adelante. En tres años que faltan de esta administración seguro que El Chapo se fugaría otra vez —por más que después pudiera ser recapturado nuevamente— causando mayor deterioro al gobierno. Sectores de izquierda exigen que no sea extraditado, probablemente con miras a que se escape de nuevo y tener más municiones contra Peña.

4)  Capturar a los capos del crimen es algo consustancial a un Estado de derecho (como el que vanamente pretendemos construir en México), pero tratándose de los cárteles, el efecto disuasivo que se busca parece ser nulo. Es tal la rentabilidad económica en tales actividades que la aplicación de la ley no genera la disuasión esperada entre capos, sicarios o aspirantes a serlo. Tampoco dichas capturas parecen desmantelar los cárteles correspondientes, aunque a veces sí provocan su fractura (lo cual finalmente genera mayor violencia e inseguridad, en lugar de menos, como se vio en Morelos tras “abatir” a Arturo Beltrán Leyva).

5) El beneficio real de tales capturas podría consistir en la información que se obtenga del detenido sobre sus redes de complicidad con empresarios, gobernantes, instituciones financieras, policías y jueces. Siempre y cuando se actúe después en consecuencia. Eso se dijo que ocurriría en la segunda captura del Chapo, pero tras año y medio de tenerlo preso no vimos nada de eso. Quizá en Estados Unidos sí aflore esa información, lo que de cualquier manera no garantiza que algo cambie en el descompuesto entramado institucional mexicano. Y es que esa es la verdadera misión de los gobiernos mexicanos: abatir no a tal o cual capo del crimen, sino la enorme y extensa corrupción e impunidad que generan el ambiente adecuado para que los cárteles y organizaciones criminales operen con gran rentabilidad y eficacia. No es la impunidad de los capos lo que más daña, sino la de los políticos, empresarios, funcionarios, jueces, policías y celadores corruptos. El problema, pues, con celebrar esta captura del Chapo es que es la tercera vez que lo hacemos. Ojalá sea la última (aunque bien vistas las cosas, cada recaptura nos ofrece una nueva oportunidad de cantar solemnemente el Himno Nacional).

Profesor del CIDE. Facebook: José Antonio Crespo Mendoza

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