El Naranjo, o los Círculos del Tiempo, es el decimocuarto tomo en la Edad del Tiempo, como el propio autor visualizó en el conjunto de su obra narrativa. Como muchos de los integrantes de la generación de Medio Siglo, en su obra Fuentes medita sobre la condición de la mexicanidad del siglo XX, en pleno apogeo del nacionalismo revolucionario cultural, político y económico; temas que, tras 40 años de neoliberalismo, quizás puedan sonarle desfasados a muchos pero que con motivo de la proximidad de los 500 años de la caída de Tenochtitlán, bien pudiera resurgir con una ola de reivindicación de lo que es lo mexicano y una nueva discusión a la manera que la tuvo la generación del Medio Siglo.

El Naranjo, o los Círculos del Tiempo de Carlos Fuentes fue publicado por Alfaguara en 1993, un año después de su monumental ensayo El Espejo Enterrado, editado en 1992 por el Fondo de Cultura Económica, en donde a propósito de los 500 años de la llegada de Colón a este continente, el autor hace un recorrido por la historia de España y América Latina e incluso en uno de los últimos capítulos incluye a la hispanidad en Estados Unidos.

Así, este libro de cuentos —o quizás, lo correcto sería llamarlo de novelas cortas— también está influenciado por ese espíritu reflexivo de los cinco siglos de la llegada del marinero al servicio de la corona de Castilla a las islas del Caribe. Pero Fuentes no se queda en el simple hecho simbólico y va más allá, por ello escribe sobre la conquista que, como hemos mencionado, ante la proximidad del aniversario de la caída del imperio mexica, tiene profunda vigencia.

De las cinco novelas cortas, solo una está dedicada a la llegada del navegante genovés al mar Caribe, uno a la conquista —pero de Hispania— dos ubicados en la Conquista mexica y uno más ambientado en la época contemporánea.

El primer texto titulado Las Dos Orillas, Fuentes nos muestra a un Jerónimo de Aguilar —el religioso náufrago que vivió con los mayas y aprendió su idioma y cultura para después sumarse a la fuerza expedicionaria de Cortés— pero nos lo presenta de una manera distinta, no como el conquistador sino como el hijo de una nueva cultura española y mesoamericana que en el fondo desea que sus compatriotas fracasen en su expedición e incluso fantasea con la caía de Sevilla y Madrid a manos de los mayas.

En Los Hijos del Conquistador, Fuentes nos muestra un diálogo entre los dos hijos de Hernán Cortés llamados Martín (sin duda, el extremeño no tenía mucha imaginación para nombrar a sus hijos); son Martín 1, el español, con todos los reconocimientos legales y Martín 2, el mestizo, hijo de doña Marina —Mallinalli, Malitzin, Malinche—, despojado hasta de su nombre, en donde refleja las contradicciones que iba generando el nuevo país en formación y que aún hoy arrastramos: la discriminación contra lo indígena y la separación clasista y por castas de la nueva sociedad colonial que, como he mencionado, aún es evidente, sobre todo si nos asomamos a las redes sociales en estos días.

El tercer escrito, Las Dos Numancias, es una fina ironía de Carlos Fuentes, nos habla del conquistador conquistado; de cómo la República Romana pone el cerco a la ciudad hispana de Numancia y los soldados se quejan de las malas condiciones y falta de civilización en la Península, es como mirar un espejo negro histórico.

Un libro recomendable para reflexionar estos días, donde abundarán textos sobre la Conquista y la formación de México.

Periodista y sociólogo. @viloja

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