En el inicio de este 2021, México enfrenta uno de los más grandes retos de su historia moderna: inmunizar a la mayoría de su población contra el Covid19, de una forma segura, justa y eficiente. De esta tarea, que muchos tienen en sus manos, depende gran parte de nuestro futuro.

Uno de los puntos más brillantes de la lucha contra esta pandemia, es la colaboración que se ha generado entre investigadores y científicos de todo el mundo para la producción de una vacuna eficaz y segura contra esta enfermedad. La vida siempre nos tiene lecciones guardadas. Hoy, no deja de sorprendernos que la ciencia venga al rescate de un gobierno que le redujo los presupuestos y desapareció los fideicomisos, en los que se sustentaba buena parte de la actividad científica en México. Ojalá, después de esto, se reconsidere que los recursos para la ciencia y la tecnología no son un gasto, sino una inversión.

Hoy, es loable que el gobierno de México ya haya comprado millones de dosis de vacunas. Éstas se están aplicando primero al personal que trabaja en salud —en el frente de la batalla—, después se aplicarán a adultos mayores y finalmente al resto de la población por grupos de edad. La meta es alcanzar una cobertura de vacunación de un 75% en personas de 16 años y más. Sin embargo, el plan de vacunación sigue quedándose corto para llegar a esa meta.

La disponibilidad de vacunas eficaces y seguras contra el Covid-19 es una muy buena noticia, pero es importante no confundir la vacuna con la vacunación. No basta con disponer de las dosis suficientes, también es necesario llevarla en condiciones seguras a la gente que la necesita. De hecho, la logística de esta operación es extraordinariamente compleja.

Es una carrera contra el tiempo, que además no está nada sencilla. Hay más o menos 100 millones de mexicanos esperando una vacuna y muchos de ellos viven en zonas muy lejanas y de muy difícil acceso. Además, se deben conseguir las dosis necesarias, en un momento donde, literalmente, todo el mundo está buscando exactamente lo mismo. Así como mantenerlas y aplicarlas adecuadamente, con el personal calificado y las mejores herramientas para hacerlo.

La experiencia reciente de México respecto a esto, no es alentadora. A lo largo de los dos últimos años, se han debilitado las cadenas de suministro de vacunas convencionales que, en general, son de manejo mucho más sencillo que el que requieren las vacunas contra el Covid-19. Sí los papás y mamás de bebés no encuentran en ningún lado las vacunas contra el sarampión y la tuberculosis, ¿qué podemos esperar de una vacuna con niveles de manejo tan complicados?

Hoy, los gobiernos tienen el enorme reto de proporcionarle a la población las condiciones para lograr, en el más corto tiempo posible, la mayor vacunación probable. Así, estaríamos alcanzando la inmunidad de grupo, que cortaría con la cadena de contagios y supondría una disminución drástica de personas afectadas con este coronavirus.

Pero, al tener el tiempo encima, lo mejor sería que tanto las dependencias públicas como la iniciativa privada pudieran ofrecer la vacunación. Por el bien de México, nadie debería monopolizar este proceso, nadie. Hacerlo es poner en peligro la salud, el sustento y la vida de todos. Dada esta compleja situación, es indispensable reconstruir, de inmediato, la cadena de suministro de vacunas para garantizar que las que son contra el Covid-19 lleguen pronto a todos los rincones del país y se apliquen de manera segura a todos los mexicanos.

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