“Los del gallinero pueden aplaudir, los del palco basta que hagan sonar sus joyas” 

John Lennon.

López Obrador se destruirá solito, generará más pobreza, más delincuencia, sumirá al país en una crisis de múltiples frentes y entonces…

Esa lógica, más o menos repetida de la misma forma, se escucha entre muchos actores de la oposición, tanto del sector público como del privado. Quizá tengan razón y, efectivamente, la Cuarta termine por ser un desastre en todo sentido. Datos son datos y es un hecho que México será más pobre y más caótico al terminar este sexenio, a menos, claro, que suceda un milagro y de pronto tengamos a un estadista encarnado en showman como presidente de la República.

El problema, es que la oposición piensa que en el desastre el pueblo correrá a sus brazos, arrepentido, tanto que a modo de disculpa los llenará de votos y entonces todo volverá a ser como antes, se acabará la pesadilla.

La oposición debería echarle un ojo a la obra “No Sociedad” de Christophe Guilluy, que explica de manera didáctica, pero con gran profundidad, el porqué nada volverá a ser igual.

La era “neoliberal”, o como diablos queramos llamarle, trajo crecimientos económicos importantes para las naciones pero falló en la repartición de la riqueza. Salvo por el hecho de que el coeficiente GINI y la técnica en general no es el fuerte de López, tiene razón en un punto clave: un mayor PIB no se tradujo en el bienestar general casi nunca.

Estoy cierto de que hoy tenemos en el poder, salvo honrosas excepciones, a la clase política más ignorante e incompetente de la historia contemporánea, vamos, que el mismo presidente desdeña el conocimiento y la ciencia con sus modos rústicos y altaneros, pero a la narrativa del poder no hay ninguna respuesta.

México, a diferencia de lo que piensa el presidente, no quiere ser mendicante, a la gente de todas las clases les gustaría poder comprarse más zapatos y más ropa y más lujos pero el sistema que tenemos, ¿o tuvimos?, no lo permitió.

Guilluy explica la destrucción de la clase media convertida en una masa gigantesca de resquemores y resentimientos que terminan por llevar al poder a líderes populistas, básicamente por un elemento fundamental: hablan su mismo idioma y comparten sus frustraciones.

La verdad, es que no era tan difícil, el capitalismo salvaje hizo que muchas corporaciones olvidaran, casi por completo, el bienestar de sus empleados. Mientras que las ganancias crecieron no lo hicieron también, a proporciones generosas, ni los salarios ni las prestaciones.

Ahí está la clave: o la oposición y las clases más altas se adaptan a las nuevas demandas y al nuevo lenguaje o se mueren.

De Colofón

Sobre el Inegi husmeando en el patrimonio de la gente a propuesta de Morena: No pasará en el Congreso, no tienen los números para una reforma constitucional, pero fue buen juguete para calmar a las huestes más radicales… Por el momento.

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