Desde hace unos días, en la SEIDO determinaron darle carpetazo al asunto que vinculaba penalmente a Kate del Castillo con Joaquín Guzmán Loera: no hay evidencia de lavado de dinero, ni de una vinculación de la actriz con las operaciones del Cártel de Sinaloa, ni existen indicios de complicidad o de ocultación de pruebas de nada y, aunque sea políticamente incorrecto y motivo de escándalo, reunirse con El Chapo y tener los derechos para filmar una película de su vida no es delito.

Es sumamente probable que la visita de Kate y Sean Penn a la sierra de Sinaloa para entrevistarse con El Chapo detonó una operación de inteligencia que terminaría con su arresto y, luego, con su extradición a Estados Unidos. Sí, es muy probable que El Chapo está confinado en Nueva York por la vanidad del encuentro con una estrella de la tele.

Ni Kate del Castillo ni Sean Penn son periodistas profesionales, ni son espías, ni mucho menos parece que El Chapo quería contar “su verdad” en una película de Hollywood conmovido hasta las lágrimas por un tuit de la protagonista de la Reina del Sur… ¿o a poco sí lo convencieron de traficar con el bien, así sin más?

Netflix estrenó el documental Cuando conocí al Chapo: La Historia de Kate del Castillo, una serie de tres capítulos narrados con la mezcla de entrevistas de actores tan diversos como la misma Kate, sus padres y su hermana, Epigmenio Ibarra, Ackerman y periodistas especializados igual en narco que en la farándula gringa.

La historia es harto divertida y por momentos parece que cae en el humor involuntario con una actriz que se vende ingenua hasta la médula y que es víctima de sus circunstancias en todo lo que le sucede, desde el momento en que luego de unas vacaciones familiares, con una copa de vino tinto y en pleno momento reflexivo decide mandar el polémico “hoy creo más en El Chapo que en el gobierno”, hasta su romance, bañado de adrenalina, con Sean Penn y la traición del actor a su noble corazón.

Y sí, es la historia de Kate del Castillo que poco o casi nada aporta sobre la vida del Chapo, aunque por momentos parece que hay intentos por justificarlo y, empero, culpar de todo al gobierno de Peña Nieto al grado de sostener que la “persecución” contra la actriz es producto de una declaración, más bien gris, que hizo hace años sobre la Casa Blanca en el sentido de que ella no ganaba lo suficiente en Televisa como para adquirir un inmueble de esas características.

En el ambiente politizado y de falta de credibilidad gubernamental, por cierto ganada a pulso, un trabajo como el de Castillo y Netflix es poderoso como arma política, por cierto muy válida y hasta cierto punto respetable.

Es la utilización de la magia del espectáculo y del entretenimiento para formar opinión pública y, como en cualquier democracia con libertad, habrá quien la considere una heroína y habrá quien piense que todo es una farsa.

Pero hay un hecho: Kate podría venir a México cuando le plazca, no la investigan ya, no interesa más al gobierno... Aunque quizá le convenga un poco más de victimización en el autoexilio, ¿quién sabe?, igual y hasta surge una segunda parte que, como fan, sugiero trate de su romance con Penn.

DE COLOFÓN.— Es normal tener algunos cientos de miles en efectivo en una caja de seguridad, algo razonable, de sentido común, pero ¿millones de dólares?, ¿quién abandona el tesoro a menos que sepa que su botín lo terminará encerrando en prisión?

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