Académico en la UNAM

Aún no tengo decididos mis votos para elegir a quién apoyar en las próximas elecciones federales y locales. El voto genera expectativas de cambio civilizado para buscar un mejor futuro para nuestro desarrollo personal y comunitario, salvo que, por razones de necesidad y hambre, el voto se prostituya y se venda al mejor postor para que las cosas sigan igual.

Si al final del recuento de votos del 1 de julio nos encontramos que el próximo presidente cuenta con la mayoría en el Congreso, no quiere decir que los electores le han dado un mandato para que tenga poderes absolutos. Quiere decir que le habrán de dar una oportunidad para gobernar con amplia legitimidad popular e institucional para que impulse la agenda de temas que ha planteado llevar acabo. También podría ser que están hartos de la actual clase política. Sin más.

Claramente puede alcanzar la mayoría absoluta con una coalición en la que pacten las distintas fuerzas políticas del Congreso, los diversos temas de políticas públicas que les permitan tener afinidades de gobierno y legislativas. Aun así, no se tendría por qué sugerir que estaríamos frente al poder absoluto, porque existen mecanismos e instituciones diseñadas para controlar los excesos. Decir otra cosa es dudar de lo que hace y puede hacer la SCJN, los órganos autónomos y los congresos locales. Es desconocer lo que es la división de poderes y el federalismo.

Me parece alarmista y estridente decir que un futuro gobierno con mayoría legislativa dejaría en un par de manos todo el poder del Estado. Esto es una mentira que no se sostiene bajo ningún argumento serio y el ejemplo lo podemos ver en diversas democracias presidenciales, semipresidenciales y parlamentarias. Al día de hoy, Trump, Macron, Theresa May y Merkel tienen, en sus respetivos gobiernos, un parlamento con mayoría de su partido o por medio de una coalición, y nadie los ha acusado de tener poderes absolutos.

En un sistema presidencial, el gobierno dividido es el peor de los escenarios que puede tener un presidente para gobernar democrática y eficazmente, dado que un congreso adverso, lejos de ser el dique de contención al poder absoluto, es el poder que genera mayores obstáculos y chantaje para el desahogo de la agenda de gobierno, y más aún con el sistema de partidos que tenemos. Los ejemplos sobran desde 1997 en México y Latinoamérica.

Krauze, al igual que Vargas Llosa, confunde la leche con la magnesia. Votar en libertad no es votar por el absolutismo, es lo contario.

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