“Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis”

Michel de Montaigne.

Andrés Manuel es un hombre muy fuerte con una gran debilidad: se hace pequeño, muy chiquito, ante sus complejos.

Atrás, en la historia, quedaron los éxitos del trabajo conjunto con la iniciativa privada cuando fue uno de los mejores jefes de gobierno en la capital del país. Su derrota en el 2006 lo acomplejó demasiado, sintió que los grandes capitales le habían robado la elección y durante años construyó un enemigo en su cabeza: el dinero y, por consecuencia, prácticamente todos los hombres de negocios.

El presidente tuvo todo lo necesario para llevar a este país a un rumbo de crecimiento y empoderamiento económico sin igual, pero nunca escuchó, le ganaron sus demonios.

Si bien es cierto que los empresarios del país no lo consideraron nunca como una buena opción, lo es también que han estado dispuestos a trabajar de la mano a pesar de múltiples traiciones e innumerables sinsentidos.

Pero, hay un momento en que la liga se rompe y las oportunidades terminan erosionadas. Creo que ese momento ha llegado ya.

La soberbia de López ante la crisis mundial por el coronavirus es francamente irresponsable y condenable en todos los puntos, su desprecio por las recomendaciones ¡del mundo! en materia de salud, su convocatoria a que los ciudadanos salgan a la calle, su reticencia a usar un gel antibacterial es, simplemente, inmoral.

La economía del mundo se va a caer, es un hecho no una proyección, y con ella la de México que marcará dos años a la baja. Aún no sabemos el tamaño del golpe en 2020, pero los pronósticos oscilan entre un terrorífico -6% (o más) hasta un superoptimista -1.5%.

Ante la realidad, López tira a la basura 900 millones de dólares ya invertidos en Mexicali y esfuma, de un plumazo, la posibilidad real de más de 30 mil empleos directos mandando un mensaje claro al mundo: no queremos su dinero… Constellation Brands será su Ayotzinapa.

Más allá de la segura baja en la calificación de Pemex que arrastrará, en consecuencia, a una calificación a la baja para el país, esto se traducirá en la agudización de una crisis evidente: perderemos más empleos de los que ya íbamos a perder, empobrecemos más a los mexicanos de lo que ya se iban a empobrecer.

Al terminar su sexenio, el presidente tendrá los peores números en la historia en materia económica pero, al igual que Chávez o Castro, seguirá siendo adorado por una gran parte de los mexicanos. Los mismos, quizá, que serán más pobres de lo que ya eran en 2018.

Es una lástima, porque pudo haber sido el mejor presidente de México. La historia juzgará.

De Colofón.-

No cancelará ni el tren ni el aeropuerto ni la refinería. Se vienen tiempos muy difíciles, el presidente va a radicalizarse ante la adversidad y los empresarios también lo harán. Perderemos todos.

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